martes, 31 de diciembre de 2013

Capítulo 19.

Como una exhalación, salí corriendo de la habitación de Caleb y bajé las escaleras para tirarme sobre Betsi. La chica estaba ardiendo entre las llamas. Caleb, como pudo, cogió una manta y la atusó con ella para apagar el poco fuego que le quedaba en la camisa del pijama. No paraba de gritar y pegarme manotazos muy asustada, con los ojos tan apretados que parecía que no tenía parpados.
-Shh, shhh ya, Betsi -me levanté de encima y me senté a su lado-. Caleb, trae algo de sangre por favor.
Le miré con ojos suplicantes, pues sabía que no le gustaba que le diera ordenes, es algo de entender, a nadie le gusta, además de que él también se había asustado cuando habíamos escuchado el grito y al salir de la habitación, nos habíamos encontrado a Betsi frente a la ventana, completamente transformada en una hoguera.
-¿Me puedes explicar qué ha pasado? -la ayudé a incorporarse- ¿Qué hacías expuesta de esa forma a la luz? ¿Qué parte no entiendes de que no puede darte?
-No, no me acordaba -respondió cabizbaja y nerviosa- tengo que acostumbrarme a esto.
-La verdad es que sí y cuanto antes mejor.
Estaba sentada en el suelo, a mi lado y por el sonido de su voz, incluso juraría que estaba llorando. Había sido un poco brusca con ella, pero le repetí más de cinco veces, que no podía salir de día, no de momento al menos y lo primero que había hecho, había sido eso. *Lo que me va a costar*. La piel de su cara estaba rosacea, cicatrizando en las zonas que se habían quemado, además, olía a pelo chamuscado, un olor asqueroso y repugnante.
-Aquí tienes -Caleb, tan amable como siempre, le tendió el vaso para que se lo bebiera. -Te vendrá bien.
-Gracias -asintió cogiéndolo-. Lo siento si os he despertado, lo siento de verdad, yo no quería...
Betsi comenzó a llorar. Me daba pena verla en aquella situación, no me gustaba que estuviera así, además, me sentía culpable por ello.
-Shhh no llores -la abracé con fuerza, con cuidado de no derramar el vaso-, tienes que acostumbrarte, lo harás con el tiempo, además, estábamos despiertos.
-¿Ta pronto? -se pasó la manga de la camiseta por los ojos para secarse las lagrimar y miró al DVD para ver la hora- pero si es muy temprano.
-Somos madrugadores -se adelantó Caleb a contestar.
-Ya veo ya. De todos modos, Thess -me miró con seriedad y preocupación- he visto en mi móvil que Nathe me ha estado llamando, pero no le he cogido el teléfono, no sabía que decirle.
-Oh, Nathe...
Era normal que la hubiera estado llamando, yo había recibido un par de sms en los que me preguntaba por Betsi, pero tampoco sabía que contestarle por lo que directamente le había ignorado. El pobre se preocupaba por nosotras y lo que hacíamos a cambio era esquivarlo; teníamos que llamarlo aunque fuera y explicarle que todo estaba bien y en orden.
-Yo también he recibido sms suyos, pero no contesté, no puede verte así Betsi.
-¿Por qué no? -cerró los ojos al llevarse el vaso a los labios y probar su contenido.
-Por eso -señaló Caleb a sus manos.
-¿Mis manos? -inquirió sin comprender- ¿Qué le pasa a mis manos? Sé que tengo las uñas un poco desastrosas, mi madre dice que parezco una cerda con ¨esas pecuñacas tan negras¨ pero no pensé que fueran un mal para la humanidad.
-Sin comentarios -puse los ojos en blanco como respuesta, pues era con lo único con lo que podía contestar a lo que había dicho-. No, no son ni tus manos ni tus pezuñas.
-¡Eh! ¡No tengo pezuñas! -se ofendió.
-Es lo que dice tu madre, no Thess.
Miré a Caleb y asentí con un gesto de aprobación, pues había estado hábil a a hora de respaldarme. Los tres nos echamos a reír, la verdad es que la situación había sido bastante graciosa, cutre, pero graciosa y en aquellos momentos lo que más necesitábamos era reírnos.
-Me refería a la sangre, Betsi. Te acabas de transformar, estar cerca de Nathe lo pondría en peligro.
-¿Por qué? Yo no le haría daño, el es mi mejor amigo.
-Primera lección del día -apunté con el dedo- cuando te conviertes, lo que pasa a ser más importante es la sangre, no te dejes engañar.
-Pero...
-Betsi, Thess y yo te entendemos, pero no puedes poner su vida en peligro de esa forma, además, traerle a casa sería peor, porque vería que estás viviendo aquí.
-Lo sé -asintió ella- pero estoy segura de que si no contesto ya, él irá a mi casa y cuando mis padres le digan que estoy aquí, vendrá.
Me fastidiaba reconocerlo, pero Betsi tenía razón; una vez que Nathe fuera a su casa, vendría directo aquí a continuación y eso no sería nada bueno, pues tendríamos que dar muchas explicaciones, de lo contrario, si quedábamos con él, no tendríamos que decirle que Betsi estaba viviendo con Caleb y conmigo, pero sería muy peligroso y además, Betsi se expondría a una presión horrible con su sangre cerca.
Miré a Caleb, que se encontraba sentado  en el sofá detrás de mi, en busca de alguna aportación razonada que pudiera servir de ayuda, pero lo único que obtuve fue un movimiento de cabeza con sentido negativo, él estaba igual que yo, ninguno sabía qué era lo que podríamos hacer.
-¿Podéis dejar de miraros y decirme que pasa? -rogó la chica ligeramente enfadada- Porque me estáis poniendo de mala leche y por lo que me dijiste ayer, un neófito cabreado, no es nada bueno.
-Vas aprendiendo ¿eh? -sonreí sarcástica- A ver, hay dos problemas, uno es que tienes razón y el otro es que Caleb y yo tenemos razón.
-¿El que todos tengamos razón es un problema? Me he perdido.
-Lo que Thessa quiere decir es que tu no puedes quedar con Nathe, sería ponerte en una presión innecesaria pero a la vez, el que no le veas o no le contestes, implicaría que viniera aquí y eso sería aún peor.
-¿Ves? si me explicáis las cosas así es mucho mejor - bufó acusándome- y si....
-¿Qué? -pregunté enarcando  una ceja.
-¿Si me invento algo? Es decir, mis padres piensan que estoy con una amiga, a Nathe puedo decirle que he tenido que salir de la ciudad, a casa de.... ¡de mi tía Diana!
-¿Diana?
-Sí, vive al norte, podía decirle que hemos ido a visitarla, bueno, he ido.
-No es mala idea, ¿qué opinas Caleb?
-Suena a excusa, pero total -se encogió de hombros- creo que ese chico no tiene dos luces de frente, por lo que quizás cuele.
-¡Eh! -gritamos Betsi y yo a la vez.
-No te pases, es nuestro amigo -le pegué un codazo en la espinilla-. En fin, pasame tu móvil, yo le escribiré el mensaje.
-Esta bien -se levantó de su sitio y fue hasta el perchero, donde estaba su bolso colgado y me lo tiró- toma.
Se pasó un poco de fuerza y lo lanzó mucho más lejos de donde yo estaba, pero otra de las cosas buenas que teníamos los vampiros, eran los reflejos, por lo que a toda prisa me levanté y lo cacé antes de que rozara la moqueta.
-Vamos a tener que practicar eh, te pasas de fuerzas.
-Ups -rió por lo bajo-, lo siento.
-No me pidas disculpas, es tú móvil.... Bueno, a ver, ¿qué os parece esto? -tecleé mientras leía lo que iba escribiendo- ¨Nathe, siento mucho no haber podido contestar antes, pero estoy en casa de mi tía Diana y no hay mucha cobertura, ¿cómo estás?¨ Pongo lo de cómo está y eso, pues para darle algo de cariño, que no quede tan soso, sabemos como es Nathe.
-Sí, tienes razón -me respaldó Betsi- dale a enviar.






No había dormido mucho aquella noche, me la había pasado dando vueltas en la cama, sin pensar en nada pero a la vez pensando en todo. No me gustaba en la situación en la que estábamos viviendo últimamente, pues desde que Gabriel nos había encontrado, no negaba de que mi vida había ido mucho mejor, simplemente teníamos que hacer lo que nos pedía, algo que odiaba, ya que no soportaba que me dieran órdenes y menos que se creyeran superiores a mi, el hecho de que  fuera un vampiro, no significaba que me creyera superior a los demás, es más desde niño siempre había creído que  todos los habitantes del planeta Tierra éramos iguales, pero después de que mis padres murieran a manos de sus jefes y haber vivido en la calle, no podía permitir que nadie me mangoneara, pero en parte le debía a Gabriel mi vida, él fue quien me retiró de ellas, tanto a mi como a Daniel.
Miré el móvil, solo eran las siete de la mañana, era muy temprano y sabía que si me levantaba no iba a hacer nada, pues no tenía que hacer nada, pero a la vez, si me quedaba en la cama, tampoco es que fuera a hacer mucho, porque no volvería a conciliar el sueño.
Algo indeciso por nos saber qué hacer, volví a poner el teléfono en la mesilla justo al mismo tiempo que comenzó a vibrar. No le tenía puesto un tono de llamada, en realidad ni siquiera me gustaban aquellos cacharros, pero Gabriel quería que los tuviéramos para mantenernos localizados.
-¿Sí? -descolgué.
-¿Elhija? -preguntó una voz al otro lado.
-Sí, soy yo, ¿quién pregunta?
-Soy yo, inútil, Gabriel.
-Oh -me quedé sin saber que decir, yo tenía su número guardado en la libreta, pero el número que marcaba en pantalla no coincidía con ese-. ¿Otro móvil?
-El que tenía ya estaba algo viejo. En fin, no te llamo para discutir sobre si tengo nuevo teléfono o no.
-Entonces ¿qué cojones quieres a estas horas? ¡Son las siete! -grité fingiendo estar ofendido, pues él no sabía que yo ya estaba despierto.
-Quiero que persigas a mi hermana, que la vigiles constantemente, quiero saber qué hace, a dónde va y con quién va, quiero...
-Tío, estás obsesionado.
-¿¡ESA ES FORMA DE HABLARME!? -separé el auricular de mi oído, de no haberlo hecho, me habría quedado  sin tímpano-.¡ TE PERMITO MUCHAS COSAS ELHIJA, PERO NO QUE ME HABLES ASÍ!
-Sí, perdón -rectifiqué- en fin, ¿solo quieres eso?
-Sí y que me informes constantemente.
-De acuerdo, hasta luego.
Colgué el teléfono antes de dejar que volviera a pronunciar alguna palabra más, a veces era insoportable además, no me gustaba que me mandase a espiar a Thessa; para ser hermanos, no se parecían ni en el blanco de los ojos. Gabriel era pura maldad, aunque en el fondo no era tan malo, no al menos conmigo, me trataba como a uno más, pero sabía que su corazón era negro como el carbón por puro rencor y odio, mientras que Thessa era todo lo contrario, era la dulzura personificada, amable, tierna, a veces un poco déspota, respondona y desagradecida, pero me gustaba estar con ella, por eso odiaba lo que Gabriel me hacía hacer; sentía que la estaba fallando.
No entendía cómo era posible que con tan solo unos días que la conocía en persona, pues Gabriel nos había hablado antes de ella, pudiera sentir que la estaba defraudando. Gabriel siempre nos había dicho textualmente que ¨era una puta zorra que había matado a su padre¨, pero yo no veía a aquella chica capaz de matar ni a una mosca.
Me quedé varios minutos más tumbado en la cama, boca arriba con el teléfono entre las manos, con el
número de Thessa en la pantalla. Ella no sabía que yo tenía su número; lo cogí cuando se dejó el móvil en mi habitación, pero tampoco tenía por qué saberlo. Me gustaba estar con ella, me transmitía una paz que pocos eran capaces de darme, pero a la vez, eso me desquiciaba, pues no tenía que transmitirme paz, no me podía permitir eso, yo estaba con Gabriel y si él se enteraba, el que acabaría mal sería yo, *no creo que Thess acabe peor de lo que ya está*, por eso cuando estaba con ella, era feliz, pero tenía que mentalizarme de que nada podía pasar.
 Mi cabeza era una guerra constante entre deber y sentimiento.
-Será mejor que me dé una buena ducha. En fin... -me dije a mi mismo.
La habitación estaba algo fría, olvidé cerrar la ventana y había algo de escarcha en el suelo, al parecer, el tiempo seguía siendo el típico de las fechas de navidad que tan poco me gustaba. Yo era más de Sol, playas, tumbarme en una maca a disfrutar de un buen mojito. Desde pequeño me había gustado más el verano que el invierno; el invierno en el 1800 no es que fuera muy fácil de combatir y menos en la casa en la que vivía con mis padres.
Mi madre, mi padre y yo vivíamos en una pequeña casa de madera al lado de la casona grande de los patrones, era como un cobertizo donde teníamos lo imprescindible para vivir; dos camas, un barreño para asearnos y una pequeña chimenea en la que mi madre hacía la comida y nos calentábamos cuando había leña. En la casa grande vivían la Señora y el Señor Panter, junto con su hija Mildred y su hijo mayor Augusto. Mildred era una niña muy guapa, con un cabello rubio ondulado, el cual siempre lo llevaba recogido en dos trenzas o con una diadema, nunca tenía un pelo fuera de su sitio, su piel era pálida, parecía porcelana; mientras que su hermano  mayor era todo lo contrario, moreno tanto de piel como de pelo, yo le decía a mi madre que la Señora Panter había engañado al Señor, pues no era normal la diferencia entre los hermanos, pero mi madre me reñía y me hacía callar con miedo; ella decía que gracias a ellos teníamos dónde vivir.
Recordar aquel tipo de cosas siempre me sacaban una sonrisa, echaba mucho de menos a mis padres. Decían que con el tiempo, el dolor remitía, pero no era así.
Pasé mis dedos entre el pelo enredado y sacudí la cabeza para despejarme, estaba claro que hoy no me había levantado con muy buen pie. Antes de cerrar la ventana, saqué la cabeza por ella para ver cómo estaba el día y el gélido aire me rozó el pecho, poniendo mis pelos de punta.


La ducha de agua caliente me vino muy bien para terminar de despertarme, pues a pesar de que no tenía sueño, seguía medio atontado, los últimos días no había dormido muy bien, nunca recordaba lo que había soñado, solo oscuridad, pero me despertaba jadeante y sudoroso.
Me puse un jersey negro con unos vaqueros junto con mis botas, hoy sería un día largo y lo mejor es que estuviera preparado para todo. Recogí un poco el cuarto de baño por encima, porque aunque la criada era la encargada de arreglar las habitaciones y el resto de la casa,  no me gustaba que enredase en mis cosas, al menos, lo menos posible, además, no me apasionaba mucho el desorden, al contrario de Daniel, que todo lo dejaba tirado por cualquier lado.
Bajé las escaleras hasta el salón y la estampa que vi me quedó petrificado; Daniel estaba derrotado en el sofá, semi desnudo y con un par de chicas a ambos lados, completamente cubiertas de sangre y sin nada de ropa. Estaba harto de los desmanes de mi amigo, era un descuidado que no tenía nada en cuenta, siempre se corría unas buenas fiestas y luego acababa como acababa, con alguien herido o en el peor de los casos muerto.
 Cabreado, le pegué una patada en el estómago. Daniel se despertó al instante por el fuerte golpe, doblándose por la mitad y despertando a las dos chicas, a las que tomaba por muertas.
-¿Qué haces? -pronunció cada sílaba con dolor y esfuerzo.
-¿Qué hago? ¿Sé puede saber qué es esto? ¡Estoy harto Daniel!
-¿Esto? -rió señalando a las dos chicas que me miraban algo asustadas cubriéndose con dos cojines- Son dos féminas querido amigo, ¿nunca has visto unas?
-Vestiros y marcharos de aquí -dije entre dientes.
Como alma que lleva al diablo, las dos chicas cogieron sus ropas desperdigadas y salieron del salón algo asustadas, dudaba de que fueran humanas, pues no tenían ningún mordisco por el cuerpo a pesar de la sangre seca que las cubría, pero tampoco eran vampiros.
-¿Qué son? ¿Brujas? ¿ Lobas?
-Lo segundo -sonrió de lado poniéndose la camiseta- Hay que ver, que lobitas tan salvajes hay por estos barrios.
-Lo único que vas a hacer es que Gabriel se enfade con nosotros o lo que es mucho peor, que llamemos la atención.
-¿Desde cuándo te has vuelto tan blando? Tú antes no eras así.
-Sigo siendo así -reproché- pero con algo más de cabeza.
-Ya, eso dices.
Pasó uno de sus brazos por mis hombros, dándome un par de palmadas en la espalda. Su pelo olía a alcohol y sudor mezclado con sangre y otro olor el cual no sabía qué era, pero era asqueroso.
-Pero ambos sabemos, que desde que a aparecido esa chiquilla.... -susurró en mi oído- no eres el Elhija de siempre.
-¿Qué hablas? -enfadado, le pegué un empujón para alejarle de mi.
-Me pregunto cómo le sentaría a Gabriel si llegara a enterarse.
-¿A enterarse de qué?
-Deja de hacerte el tonto Elhija, porque no tienes ni un pelo.
Cuando Daniel se ponía así me sacaba de mis casillas, era un buen tipo, es más, le consideraba como un hermano, pero a pesar de los años que llevábamos juntos, no había cambiado ni un poco, su madurez se había quedado estancada en los veintidós y no pasaba de allí y eso, que él era un par de años mayor que yo.
-Aparta -le quité de mi camino- tengo que irme.
-¿A donde vas?
-Gabriel me ha pedido que vigile a Thessa, ¿vienes?
-Creo que paso -contestó dejándose caer de nuevo en el sillón.
-Como veas.
-¡Que lo pases bien!
No escuché muy bien lo último que dijo, pues yo ya iba pasillo en adelante en busca de algo de sangre que llevarme a los dientes, pero tampoco me importaba mucho, estaba seguro de que había sido alguna gilipollez de las suyas.



lunes, 30 de diciembre de 2013

¿Qué personaje masculino es tú favorito?

*Redoble de tambores* Señoras y señores, me agrada informarles de que ya tengo los resultados definitivos de la encuesta y como era de esperar (al menos yo ya me lo imaginaba) ha ganado un personaje que al parecer es muy querido por todos, aunque creo que es más por todas, pues resulta que ha sido muy deseado. Sin más dilación, con grata sorpresa, les dejo los resultados de la encuesta:
Primer puesto: Caleb, con 19 votos, lo que le otorga un 79%.
Segundo puesto: Elhija, con 8 votos, lo que le otorga un 33%.
Tercer puesto: Nathe, con 3 votos, lo que le otorga un 12%.
Cuarto y quinto puesto: Daniel y Gabriel.
La verdad es que yo ya me esperaba este resultado, pero me ha sorprendido que Nathe haya recibido tan pocos votos con lo buena que han sido las críticas en lo que a este personaje se refiere.
Esta semana, habrá otra encuesta, esta vez os preguntaré cuál ha sido vuestro capítulo favorito hasta el momento, no los voy a poner todos, los pondré de tres en tres o de cuatro en cuatro, me gustaría que me comentarais con cuál ha sido el que más os ha gustado y el motivo.
Un abrazo y un beso muy fuerte para todos y todas vosotros/as.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Capítulo 18.

-¡Esto de los súper-sentidos es una pasada! -gritó Betsi mientras saltaba sobre mi cama.
-Para ya, anda -dije entre risas.
Estábamos en mi habitación, en realidad yo me iba a dormir, estaba algo agotada, pero a Betsi se le había metido en la cabeza, que teníamos que tener una ¨noche de chicas¨; de esas entre amigas con una fiesta de pijamas, no me apetecía nada, pero había visto la oportunidad perfecta para contarle todo lo que debía saber.
-Oh, se me olvidó decirte -se dejó caer sobre la cama, con un pequeño rebote- escuché toda la conversación con Caleb.
-¿¡Qué!? -no había cosa que más odiaba que me espiasen.
-A ver, no, me expresé mal -rectificó disculpándose- es que aún no controlo esto, lo siento, en realidad no quería.
-Ya... -la miré de reojo, algo enfadada, pero a la vez divertida- excusa barata.
-Jo, que sí -se quejó dándome un leve empujón en el hombro- no fue queriendo, de verdad, ah y conque.... no es tu novio ¿no?
Aunque le había dicho que Caleb y yo no eramos hermanos, no le había dicho nuestra situación sentimental actual, bueno, ni yo misma lo sabía, simplemente estábamos probando a ver que tal salía todo teniendo una relación algo más amorosa de lo habitual.
-No, a ver, no somos novios, simplemente somos...
-¿Amigos con roce? -se rió ayudándome a salir del apuro.
-Así, -la apoyé- eso mismo.
-Ya... pues yo que pensaba que tendrías algo con Elhija.
-¿Elhija? ¿Qué? ¿Por qué piensas eso?
-Nu sép -se encogió de hombros.
-En fin... -algo mosqueada por el tema de conversación, decidí que lo mejor sería terminar de aclarar las cosas e irme a dormir, estaba cansada-. ¿Por dónde íbamos?
-Luz solar -me recordó con un asentimiento de cabeza.
-¡A sí!, bien, pues lo de la luz del Sol es cierto, quema a los vampiros, por eso solo poséis salir por la noche.
-Ya, pero antes mencionaste algo de un hechizo y algo de una bruja y dijiste ¨la tienes delante¨o algo así, ¿qué eres exactamente?
Esa pregunta era algo que estaba temiendo que me la hiciera, no por el  hecho de tener que contarle que yo era una híbrida, si no porque si había algo que se le daba muy bien a Betsi era preguntar y me preguntaría que por qué yo no era como ella o por qué era una mezcla de especies o quién sabe qué más cosas podrían salir de su boca, pero estaba claro que tendría que decírselo tarde o temprano, pero no sabía si estaba preparada para hacerlo en ese momento.
-A ver, vamos por partes -cogí aire resignada y empecé a aclararle las cosas- una bruja puede hacer un hechizo para que a un vampiro le pueda dar el sol, es un hechizo sencillo que dura al menos unos diez años, pasado el plazo habrá que volverlo a realizar y con la frase de ¨la tienes delante¨ me refería a que yo no soy un vampiro al cien por cien.
-Y entonces... ¿qué eres?
-Soy un híbrido.
-¿Un qué? -preguntó confundida.
-Un híbrido es un organismo procedente del cruce de dos organismos de razas, especies o subespecies distintas, es decir, los vampiros como tal no pueden tener hijos, estáis muertos, pero mi padre era una mezcla de vampiro y hombre lobo, otro híbrido -estaba intentando explicarle como podía el origen de mi creación, pero ella solo me miraba con cara rara, señal de que no se estaba enterando absolutamente de nada- y mi madre era una bruja.
-Entiendo... pero si un vampiro no puede tener hijos ¿tú padre como pudo?
-Pregunta que siempre se hace -puse los ojos en blanco-, ya he dicho que era mitad hombre lobo, un hombre lobo si puede procrearse.
-Oh, vale, osea, que ¿tú eres una bruja-vampira-licántropa? ¿Te has transformado alguna vez en lobo? Tiene que molar
-Sí, eso es y sí, me he transformado y no, no mola nada, duele mucho -recordar mi primera transformación hizo que me entrada un escalofrío algo desagradable- se te rompen todos los huesos del cuerpo, por lo que no me suelo transformar, es más, creo que la última vez que lo hice fue hace cientos de años.
-Oh, entonces no, no mola -negó con la cabeza, sacudiendo su pelo con el movimiento-. Pero ¿los hombres lobo no se transforman con la luna llena?
-Sí, pero no soy una mujer lobo al cien por cien, lo mismo que no soy una bruja al cien por cien ni una vampira al cien por cien, estoy echa digamos.... -me llevé la mano a la barbilla, para hacerme la interesante y sonreí con amplitud- no sé, soy una frankestein.
Nos miramos muy serias y luego nos empezamos a reír. En cierto modo tenía su gracia y era verdad, no era algo concreto, solo una mezcla de especies y me había quedado con lo mejor de cada una: la vista y el olfato de un lobo, los poderes de una bruja y la inmortalidad, súper velocidad, agilidad y demás ventajas de un vampiro.
-Comprendo -asintió con decisión- la verdad es que si quitas lo de la luz del sol y lo de la sangre, ser un vampiro mola ¿no?
-Bah, si tú lo dices -me encogí de hombros- pero ¿y tus padres?
-Bueno, mis padres no es que me hagan mucho caso -me arrepentí un poco de hacerle esa pregunta, pues sus ojos se entrecerraron y se quedó mirando con nostalgia a ninguna parte- están más pendientes de mi hermano Robert, tiene esclerosis múltiple y cada vez va a peor. Él está bien, soy la única que lo ve, pero mis padre son demasiado protectores con Robert y a mi me tienen un poco de lado.
-Oh, vaya... -tenía ganas de abrazarla, pero no creía que eso ayudara mucho.
-A demás, Elhija dijo que se había encargado de todo, por lo que, da igual -a pesar de la sonrisa que fue capaz de hacer, sus ojos seguían llenos de tristeza-. Una pregunta que me acaba de venir a la mente.
-Dispara.
-A ver, las brujas no son inmortales ¿no? Con inmortal me refiero a que tienen una vida tan larga como una humana.
-Así es -no entendía muy bien a que venía aquella pregunta, pero Betsi era muy curiosa- ¿por?
-Vale, entonces entiendo que tu madre ya... bueno, que no viva pero ¿y tu padre?
La alarma interior se me disparó. Me puse muy recta y tensa, no me gustaba cuando me preguntaban por cosas personales, odiaba hablar sobre mi vida y menos sobre mi vida pasada, no es que hubiera sido muy buena que dijéramos, pero en cierto modo, pensaba que después de lo que le había sucedido a mi amiga había sido por mi culpa y no podía negarle una buena explicación, porque por lo que Gabriel le había hecho eso, venía de mucho más atrás, incluso antes de que Caleb y yo nos conociéramos.
-¿Mi padre? ¿Por qué me preguntas por mi padre? -yo estaba algo nerviosa y no paraba de enredar con un hilo suelto de la chaqueta de mi pijama.
-¿Thess? ¿Qué pasa? -la chica me puso sus manos en mis hombros y apretó con fuerza- No hace falta que me lo cuentes si no quieres eh....
Yo sabía que esa frase que acababa de decir, era por pura cortesía, si no lo quería saber, no tendría por qué haber preguntado.
Por una parte estaba deseando de contárselo, la única persona que lo sabía era Caleb y mantenerlo en secreto con él era suficiente, pero Betsi estaba ahora con nosotros, era una más y estaba segura de que no me fallaría, pero a la vez, tenía algo de miedo.
-Es que... -dudé sin poder mirarla a la cara- es algo que solo Caleb sabe, bueno y Gabriel, no se lo he contado a nadie más.
-Bueno, pues cuando estés preparada me lo cuentas ¿vale? -sonrió para tranquilizarme y me dio un beso en la mejilla-. Me voy a dormir, estoy algo cansada de tanta información. Buenas noches.
Betsi se levantó y se dirigió hacia la puerta con tranquilidad mientras yo me seguía debatiendo entre si contárselo o no. *Seguro que te vendrá bien decírselo, venga, no seas cobarde, no te juzgará*.
-¡Espera! -Betsi se paró con la puerta a medio cerrar, mirándome dubitativa- Está bien, te lo contaré.
-Thess, de verdad que no hace falta -negaba con la cabeza repetidas veces- si no quieres...
-Ya, lo sé, pero es que quiero -le sonreí mientras le daba unas palmaditas al colchón para que se sentase de nuevo-.Ven, siéntate.
Tras varios segundos de duda, terminó por entrar en la habitación de nuevo, cerrando la puerta con cuidado, pues Caleb hacía ya rato que dormía, se escuchaban sus ronquidos desde el otro lado de la habitación.
-A ver... -no sabía cómo contarle todo lo que tenía que contarle ni por donde empezar, era mucho- Gabriel no es mi hermano por completo, es decir, somos hermanos, sí, pero solo por parte de madre, el es mayor que yo unos cinco o seis años, la verdad no estoy muy segura.
-¿Pero por qué te trata así si sois hermanos? ¿No es como tu , entonces? -*Ya empieza con sus preguntas*.
- Betsi, te pediría por favor que no me interrumpas y que las preguntas las dejes para el final -contesté con brusquedad- por que me resulta difícil contar esto ¿vale?
-Oh, sí, perdona.
-De acuerdo -inspiré con profundidad y proseguí-. Él no es como yo, como he dicho solo somos hermanos de madre. Ella estuvo casada con anterioridad, pero su marido murió cuando Gabriel a penas tenía unos doce años. No se parece en nada a él, no sé a quién habrá salido, pues a pesar de todo, aquel hombre me trató como si fuera su propia hija. Siempre me traía alguna flor cuando volvía del trabajo y me cogía a burro y me montaba a caballito, yo le quería mucho y me puse muy triste cuando falleció, pero en fin... Como te estaba contando, Gabriel no es por completo mi hermano, en realidad mi padre, como te dije antes, era o es, no sé si sigue con vida, nunca lo he conocido, un híbrido, mitad vampiro mitad licántropo.
>> Algo que debes saber, es que muchos vampiros necesitan la ayuda de las brujas, ya sabes que sin su hechizo, no os podría dar la luz de Sol, pero a las brujas, no les gusta prestar servicio a los vampiros cada vez que ellos quieren, pues bien, mi padre necesitaba la ayuda de mi madre, pero ella hacía tiempo que no practicaba magia, la Iglesia estaba detrás de las brujas y no quería levantar sospechas, por lo que no quiso ayudarle, el hombre enfurecido, le dijo que se arrepentiría de no querer ayudarle y se vengaría y bueno.... yo soy fruto de esa venganza.
-¿Me estás diciendo, que tú padre, violó a tú madre por que no quiso hacer el hechizo de día? -Betsi me miró perpleja, sin poder creer lo que le acababa de contar.
-Sí, eso es lo que he dicho -asentí con seriedad-. Es un mal nacido que no merece ni nombre, pero la cosa no acaba ahí.
-¿Aún hay más?
-Así es -volví a asentir- cuando yo tenía tres años, él volvió. Dijo que quería conocer a su hija, pero mi madre no se lo permitió, no quería que me conociera, a saber qué me haría, pero fue una decisión equivocada, pues esta vez la tomo con su marido...
-Tú padre fue el que mató al padre de Gabriel ¿verdad?
No fui capaz de contestar, las palabras se me hicieron un nudo en la garganta que me oprimía con fuerza, haciendo que me entrasen ganas de llorar. Metí mis manos entre los puños de la chaqueta y me los pasé con fuerza por los ojos, no lloraría, ya estaba cansada de hacerlo.
-Sí, así fue.
-Oh Thess, eso es horrible -se inclinó sobre sus rodillas y paso los brazos por mi espalda, abrazándome con fuerza- lo siento mucho, de veras.
-Y yo.
Nos mantuvimos abrazadas un buen rato, ninguna de las dos nos queríamos separar, yo al menos estaba cómoda. Sentirse querida por una persona que no conocías desde hace mucho, era algo que me llenaba de felicidad, pero la historia proseguía, a si es que la separé para poder continuar.
-Desde entonces las cosas cambiaron mucho. Mi madre estaba apenada y triste, lógico, era el hombre al que amaba y Gabriel... se volvió frío. Antes de que eso sucediera, él jugaba conmigo, me defendía cuando algunos niños se metían conmigo y me acompañaba siempre a todos lados agarrados de la mano, pero después todo cambió. Dejó de quererme, decía que lo que le había pasado a su padre había sido culpa mía, que yo no era su hermana, sino una bastarda que no merecía un nombre, que no merecía que él me llamase hermana, que debía de no haber nacido, por eso cuando yo cumplí los quince, intentó ahogarme en el río que había cerca de casa.
-¿¡QUÉ!? ¡ESE TÍO ESTÁ LOCO! -chilló.
-Shhhhhhh calla -le tapé la boca para impedir que siguiera gritando- Caleb está dormido y es muy tarde.
-Perdón -se disculpó quitando mi mano de su cara- es que ¡odio a ese tío!
-Lo sé, no eres la única.
-Bueno, continua.
-Sí, mejor...  bueno, como te estaba contando, él intentó ahogarme y...
-Espera -volvió a interrumpirme- dices que él no es como tú, pero es hijo de una bruja, por lo que tiene poderes o al menos, tendría ¿no?
-¿Por qué no te esperas a que acabe? -resoplé ofuscada- Sí, el tenía poderes, es lo que iba a decir, pero mi madre sabía que había cambiado desde la muerte de su padre y decidió quitárselos por lo que podía llegar a pasar. Gabriel era muy bueno a la hora de practicar magia, su poder era la telequinesis. Cada bruja o brujo tiene un poder especial además de realizar hechizos normales, el mío por ejemplo es controlar los elementos naturales, uno de los motivos por los cuales puede darme el Sol sin que me achicharre, pero eso no importa ahora.
>> Como te decía, mi madre decidió quitarle los poderes por miedo a lo que pudiera pasar. Gabriel no contento con ello, se marchó de casa y apareció a los pocos años, convertido en un siervo de la noche, dispuesto a recuperar sus poderes.
>> Cuando una bruja le quita los poderes a otra u otro, esos poderes quedan en su interior, aumentando el suyo propio y tan solo vuelven a su dueño original si el que se los ha quitado muere y Gabriel lo sabía, por eso empezó a masacrar a toda la gente del pueblo, para que la Iglesia actuara. Y así fue, la Iglesia actuó.      
Hubo una caza de brujas, acabando con casi toda la población, pues sus métodos de búsqueda no es que fueran muy eficaces, pero el chico se aseguró de que tanto mi madre como yo estuviéramos en la lista negra.
>> Una noche, se presentaron en mi casa, le arrancaron el corazón a mi madre para asegurarse de que no podía impedir que las llamas consumieran su casa, con su hija dentro. Eso le otorgó cierta ventaja a Gabriel, puesto que recuperó la mitad de sus poderes.
-Espera, espera, espera... ¿cómo que la mitad?¿ No se supone que sus poderes deberían haber vuelto una vez que tu madre murió?
-Veo que estás escuchando -sonreí con aprobación-. Como he dicho, los poderes que una bruja le quita a otra, permanecen en su interior, a no ser que esta se los ceda a otro ser mágico; y en este caso, el otro ser mágico fui yo.
-Oh -pasmada por lo que acababa de escuchar, mi amiga me miró incrédula, con los ojos y la boca muy abiertos-. Ahora entiendo por qué dijo: te quiero a ti.
-¿Qué? -no entendí muy bien a lo que se refería.
-Es que me están llegando flas de aquella noche -se explicó- y antes de que aquel cabrón me empujase, tú le preguntaste qué era lo que quería y el contestó que a ti. ¿Quiere matarte?
-No, no es eso lo que precisamente quiere -negué con la cabeza, dándome latigazos con la coleta-. Ella me cedió la mitad de los poderes de mi hermano haciendo con ello un hechizo, asegurándose así de que mi vida estaría a salvo, pues estaba al tanto de que él había querido matarme, con el cual, Gabriel solo obtiene más fuerza cuando está conmigo, pero nunca la obtendrá por completo. Si yo muero, su poder morirá conmigo.


Me desperté con un sobresalto. La habitación estaba completamente a oscuras, solo podía ver la luz entrar por la persiana ligeramente abierta. Mi corazón estaba desbocado incluso, podría decir que se saldría de mi pecho si no me tranquilizaba.Volví a tumbarme en la cama, pero sabía que ya no volvería a conciliar el sueño.
Tras que Betsi se marchara de mi habitación, caí rendida, pues a pesar de que no había hecho prácticamente nada en todo el día, mi mente estaba muy agotada y saturada. Por una parte estaba lo que Caleb me había dicho sobre Daniel y Elhija, yo no les veía malos chicos, es más, se podría decir que me caían bien, bueno, Daniel era un caso especial, pero si que tenía razón en que últimamente no parábamos de tropezar con ellos y siempre en las situaciones más escabrosas. Por otro lado estaba Betsi, a la que no sabía como manejar, pues a pesar de que se había tomado demasiado bien lo de ser vampira, sabía que no duraría mucho y menos cuando sus padres fueran envejeciendo, tuviera que despedirse de ellos y no volverlos a ver; no podía contarles lo que pasaba, aunque ese problema era a largo plazo y teníamos tiempo para pensar. También estaba Nathe, del que no me había vuelto a acordar y que seguramente estaría muy preocupado por Betsi y por mi, puesto que desde el cumpleaños no le habíamos vuelto a ver y se fue preocupado a pesar de que Elhija le obligase.  Mi nueva ¨relación¨, por decirlo de alguna manera, con mi mejor amigo, era algo que me emocionaba y me intrigaba, pero a la vez tenía miedo, pues no sabía cómo podían seguir las cosas, porque ahora estábamos bien, pero ¿y si se complicaban? Me daba miedo que algo pudiera salir mal y que todo se fuera al garete, no quería perderle, además estaba el sueño que había tenido con mi madre, el cual aún no se lo había contado, pero quizás solo fuera eso, un sueño.
Gabriel también andaba por mis pensamientos, es más, su nombre estaba escrito en mayúsculas y grabado a fuego en mi celebro; no solía tenerle miedo a nada, pero él me daba pavor y el sueño que acababa de tener con él, no mejoraba las cosas. En la pesadilla me atrapaba en mi propia casa y me torturaba hasta que caía inconsciente y una vez que volvía a despertar, volvía a torturarme y así una y otra y otra y otra vez.
Me quedé tumbada en la cama, intentando no pensar en nada, pero era una misión imposible, por lo que decidí que lo mejor sería levantarse, darme una buena ducha y hacer algo de provecho y lo primero sería ir a hablar con Caleb y contarle el sueño que tuve con mi madre, así el opinaría y quizás la paranoia se marchase de una vez.
Una tenue luz de amanecer entraba  por el ventanal del salón, por suerte, Betsi había sido lista y había movido el sofá-cama para que la luz no le diera o tendría un muy doloroso despertar. Escuchaba su tranquila respiración e intenté no hacer ningún ruido al abrir la puerta de la habitación de Caleb;  no quería despertarla.
La habitación del chico también estaba a oscuras, aunque se podía ver bien, pues la luz de su despertador digital, que indicaba que solo eran las seis, iluminaba ligeramente el cuarto con un tono verdoso, haciendo que las sombras se prolongasen por la habitación hasta el techo.
Caleb estaba tumbado de lado, de espaldas hacia mi, pero estaba dormido, lo notaba en su respiración con ligeros ronquidos. Me gustaba verle así, tan relajado, podía notar que al menos, dormido era feliz.
Con cuidado, levanté la sábana por el hueco libre y me metí con el en su cama. Tenía el torso desnudo, por lo que noté con más intensidad el calor que desprendía. No tenía ni idea por qué un metamorfo tenía una temperatura corporal tan alta, pero me gustaba acurrucarme a su lado, era tan cálido que me hacía olvidar lo fría que yo era y eso que mi temperatura corporal no era tan gélida como la de un vampiro, eramos polos completamente opuestos, digamos que él era el Sol y yo la Luna, una pareja complementada.
Pasé el dedo índice por su columna, acariciando cada vértebra con sumo cuidado. En realidad no quería despertarlo, pero sabía que al notar mi contacto frío, lo haría. Pegó un ligero bote en la cama, con el que se me escapó una pequeña risita, habría sido imposible no reírse al ver su piel erizada y el susto que le di.
Con cuidado de no caerse, pues estaba en el borde de la cama, se dio la vuelta despacio para quedar cara a cara. Tenía los ojos entrecerrados y con algunas legañas, pero aún así estaba guapo. El pelo lo tenía ligeramente aplastado por el peso de su cabeza contra la almohada. Cuando me vio, una  sonrisa atolondrada asomó por la comisura de sus labios.
-Hola -susurré- buenos días.
-Buenos días -su voz estaba aún dormida, como todo él-. ¿Qué hora es?
-Las seis.
-Um... -cerró los ojos con pesadez- ¿qué haces aquí?
-No podía dormir -contesté en voz baja.
-¿Y decidiste despertarme a mi también? -sonrió aún con los ojos cerrados.
-¿Si quieres me voy?
Le di la espalda y saqué el pie por debajo de la sábana para salir de la cama, pero no me dejó. Agarró mi brazo y con delicadeza tiró de mi para impedir que me fuera.
-No, no quería decir eso- dijo algo nervioso, medio levantado con un brazo apoyado en el colchón- solo que me extraña que ya estés despierta. Vuelve dentro anda.
Le miré de reojo, dudando sobre si hacerle caso o irme de nuevo a mi habitación, sabía que el comentario había sido de broma, pero en el fondo me había molestado, pues lo había hecho con buena intención y pensaba que le gustaría.

-Venga, no te hagas de rogar -me miró con ojos suplicantes y volvió a tirar de mi- entra, fuera hace frío.
Con un suspiro, levanté la sábana y volví a introducirme en el calor acogedor de la cama, la verdad es que tenía razón, fuera hacía frío.
-Podías despertarme así todos los días.
-¿Para tener este recibimiento? -contesté algo ofendida.
-No, este.
Agarró mi cintura y me atrajo hacia su pecho, posando con delicadeza sus labios sobre los míos. Como el resto de su cuerpo, tenían una temperatura elevada, pero era agradable al tacto. Deslicé mi mano por su espalda, despacio y a penas sin rozarle, como una caricia que nunca llega.
-Este me gusta más -susurré en sus labios y volví a besarlos.
-Y a mi.
Como si tuviera ansias de mi, me apretó con más fuerza contra él, pasando su mano libre entre mi despeinado pelo. Al ver su reacción, me abracé más a él  y con impulso, me incorporé y me puse a horcajadas sobre él, quedando con una pierna a cada lado de su cintura. Deslicé las manos por su pecho, palpando cada músculo, arañando su piel con mis uñas hasta llegar a su ombligo. Escuché un gemido de placer procedente de su garganta, como si de un gato ronroneante se tratara y le besé con más fuerza.
Estaba entregada con totalidad, solo pensaba en sus manos acariciando mi cuerpo por debajo de la ropa, Solo quería besarle, ansiaba más, pero entonces me acordé de a lo que realmente venía, no podía aplazarlo más. Con brusquedad, me quité de encima y me tumbé en la cama, boca arriba. No veía a Caleb, pero sí que podía notar su penetrante mirada sobre mí, dubitativo y jadeante por lo que acababa de ocurrir.
-¿Qué pasa? -preguntó asustado- Pensé que querías...
-No, no es eso -jadeé sin dejar que acabara la frase, pues sí que quería, pero no era eso a lo que había venido- es que había venido a decirte algo, que tenía que contarte no a esto, bueno, a ver es que...
-¿El qué?
-¿Te acuerdas del collar? -llevé mi mano y lo agarré con fuerza- ¿Del día que me lo diste y que te dije que era de mi madre?
-Sí, ¿qué pasa?
-Soñé con mi madre, Caleb -le miré con tristeza y lágrimas en los ojos-. No sabía cómo decírtelo, no sé si me estoy volviendo loca, si fue casualidad o no lo fue, no, no sé.
-Shh, shhh -me abrazó- ya está, está bien ¿vale? Me lo tenías que haber dicho antes.
-Lo sé, pero no sabía cómo -sollocé respondiendo a su abrazo con mi único brazo libre.
-Ya está ¿vale? -acarició mi pelo con ternura para tranquilizarme- ¿qué pasaba en el sueño?
Intentando tranquilizarme, le solté y me sorbí la nariz. Puede que pareciera una chorrada, pues solo era un sueño, pero todo era muy raro y más últimamente. Algo más tranquila, volví a colocarme boca arriba. Deslicé mis dedos entre los de Caleb y apreté con fuerza su mano.
-Yo estaba tirada en el suelo de mi casa, donde me crié, al parecer era invierno pues estaba lleno de escarcha y vestía el traje que me ponía los días de fiesta -le expliqué con la mirada fija en el techo-. Escuchaba una voz que decía que era mi día y que me llamaba, decía que fuera a buscarla  y así lo hice, hasta que llegué a un claro en el bosque y era mi madre.
-¿Qué quería? -preguntó con curiosidad mientras me acariciaba la mano con el pulgar.
-Decía que con el collar era más fuerte, que debía de tener cuidado y perdonar a Gabriel.
-¿Perdonar a Gabriel? -su voz estaba llena de sarcasmo.
-Sí -le miré fijamente a los ojos- no sé que quería decir, no sé si tomármelo a algo serio o un simple sueño.
-No creo que sea un simple sueño Thess, ¿justo el día de tu cumpleaños y cuando te doy el collar? Por no mencionar que al día siguiente aparece Gabriel... algo no me cuadra aquí.
-A mi tampoco Caleb -negué con la cabeza- a mi tampoco.
Ninguno de los dos volvió a pronunciar una palabra, simplemente nos quedamos mirando, en silencio y llenos de dudas, pues mi cabeza era como un volcán a punto de explotar y en los ojos de Caleb había desconcierto y preocupación, ambos sabíamos que esto no era bueno.
Nos pasamos varios minutos así, callados hasta que un grito desolador se escuchó detrás  de la puerta cerrada.






jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 17.

Debía de admitir de que Caleb tenía razón en lo referente a Elhija, se las podía apañar sin mi. Cuando llegamos, Daniel fue el que nos abrió la puerta  con su habitual seriedad; ese chico no me caía muy bien, aún tenía pendiente una pelea mental, le tenía ganas por haberme llamado puta *gilipollas*.
Elhija nos estaba esperando en el salón y nos dijo que todo había ido bien, que Betsi aún no había despertado y que estaba en una de las habitaciones superiores; debíamos de tener paciencia, no tardaría mucho en despertar y que podíamos esperar allí en vez de trasladarla, por si acaso la transición se completaba en el camino, a si es que así lo hicimos.
Me senté en uno de los sillones que estaban junto al fuego, hacía bastante frío allí, era una casa grande y aún era muy temprano, por lo que no se había caldeado del todo. Caleb estaba de pié, dando vueltas de un lado a otro, no sabía qué era lo que le inquietaba tanto o quizás solo fuera para entrar en calor, aunque en el hipotético caso de que así fuera, tenía una maldita chimenea al lado; y Elhija estaba sentado, muy recto  bebiendo sangre de un vaso de cristal.
Me lo quedé mirando, había algo en él que me llamaba la atención, pero no podía decir con certeza el qué. Parecía un buen tipo, aunque sus cambios de humor eran como latigazos en la espalda, podía pasar de la seriedad más absoluta a ser la amabilidad personificada y todo, en los momentos menos oportunos.
Tenía la mandíbula muy apretada, al igual que la mano alrededor del vaso, pues sus nudillos estaban muy blancos, tanto que si hacía más fuerza, podría partirlo sin ningún problema. Estaba tan metida en mis pensamientos, que no me di cuenta de que él también me miraba a mi.
-¿Pasa algo, Thessa? -preguntó con seriedad.
-Ems... no -sacudí la cabeza para despejarme las ideas- no nada, es solo que...
Escuché un inhalación profunda, como cuando una persona ha estado apunto de asfixiarse y sus pulmones se han abierto de nuevo, dejando que volviera a entrar el aire.
-¿Qué? -levantó una ceja con ironía.
-¿No habéis escuchado eso? -señalé aturdida con el dedo indice hacia el techo.
-¿El qué? -Caleb se acercó más hacia mi, apoyándose en el respaldo del sillón- Yo no he oído nada.
-¿De verdad que no? Ha sido como un: aaaaah -imité el sonido, para que ellos pudieran oírlo también.
-Parece ser que nuestra bella durmiente ha despertado por fin -sonrió Elhija.


Me hallaba en una habitación oscura, no había ni una pizca de luz que me indicara que allí había ventanas, solo una fina línea en el suelo, avisándome de que al menos sí que había una puerta.
Notaba los sentidos embotados y la cabeza me daba vueltas, a pesar de que no podía ver nada. Me incorporé de donde quiera que estuviera tumbada y fui hacia la fina línea de luz del suelo. Busqué a tientas un picaporte o algo para poder abrir, al principio no lo encontraba y eso me puso muy nerviosa; lo último que recordaba era estar en un callejón oscuro y escuchar un fuerte grito de Thessa, nada más, el resto lo tenía algo nublado. Mientas dormía, me habían venido imágenes sueltas a la cabeza, como yo bailando con Nathe sobre una barra de un bar, mi hermano Robert pidiéndome que le ayudara a subir la silla de ruedas a su cuarto, mi madre riñéndome por algo que no recordaba y la más rara de todas, un tío, al que nunca en toda mi vida había visto, clavando sus dientes en mi cuello. Recordar eso me produjo un pinchazo de dolor en la garganta y llevé mi mano a ella, apretando con fuerza, era como si tuviera una fogata dentro de la tráquea que me quemaba, mucho.
Al fin, encontré el picaporte de la puerta y lo giré para poder abrirla. Después me arrepentí de haberlo hecho. Una luz cegadora me quemó los ojos. Al principio pude distinguir un cuadro de una guitarra eléctrica colgado de la pared, pero luego, tras un fogonazo, todo se volvió rojo y brillante. Un alarido desgarrador salió de mi garganta. Cerré la puerta con fuerza, más de la que pensaba, pues a pesar de que no veía nada, escuché cómo se arrancó de los goznes que la sujetaban.
Aterrorizada, retrocedí hasta chocar con la pared. Me dejé caer, con las manos tapándome la cara. Quería llorar, pero no podía, ya no tenía glándula lagrimal.


Escuché un grito espeluznante que me puso los pelos de punta, no cabía duda, había sido de alguna zona de la casa, de la parte de arriba. Asustada, me levanté rápidamente y subí a toda velocidad las escaleras. A lo lejos, en el pasillo, había una puerta rota en el suelo y a la pared le faltaba algo de pintura, como si algo hubiera chocado contra ella y la hubiera descascarillado.
 Me apoyé en el marco de la puerta, la cual ya no estaba y vi el interior de la habitación. En un primer momento no vi nada fuera de lo normal, era una habitación como cualquier otra, pero tras fijarme bien, vi una figura en cuclillas en el suelo. *¡Betsi!*
-¿Betsi?
Me acerqué con cuidado, no quería asustarla, pero ansiaba tocarla, saber que estaba bien y que me dijera que el grito que había escuchado no había salido de ella.
-¿¡QUIÉN HAY AHÍ!? -como un cachorro asustado, levantó la cabeza, moviendola a todos lados- ¿¡QUIÉN HAY AHÍ!?
-Tranquila, sh, sh, soy yo, Thessa.
-¿Thessa? ¿Eres tú?
-Sí, soy yo -me agaché a su lado para quedar a la misma altura- te voy a ayudar a levantarte ¿de acuerdo?
La agarré por el brazo, pero al notar mi contacto, tiró con fuerza de él. En los primeros meses de vida vampírica, se era  muy fuerte por el hecho de que la sangre humana no había desaparecido del todo del organismo, además de que no se controlaban los nuevos sentidos y nuevas facultades y podían llegar a ser muy impulsivos. Lo volví a intentar y esta vez funcionó. La ayudé a levantarse y la llevé a la cama para que se sentara. Tenía los ojos cerrados con fuerza, podía ver cómo los movía  de un lado para otro, la pobre estaba muy asustada.
-¡Ey! Ya está, no pasa nada, ¿por qué tienes los ojos cerrados? ¿Tan fea soy?
Pensé que soltar aquel chiste le animaría algo más, pero ni se inmutó, se mantuvo con su postura y sin hacerme caso.
-Thessa, Thessa... no sé que me pasa, ¡no sé dónde estoy! ¡Abrí la puerta y mis ojos ardieron!
-Betsi... -la acaricié con ternura para intentar tranquilizarla- estoy contigo, ¿de acuerdo? Todo irá bien. Ahora, con cuidado, abre los párpados.
-No -negó la cabeza con nerviosismo -¡No! Me dolerá.
-Shhh.... no, no te dolerá. Ábrelos.
Al principio se mantuvo quieta, no movió ni un musculo, pero tras varios segundos, me hizo caso. Parpadeó varias veces seguidas y en efecto, tenía los ojos rojos e irritados, eso era porque se estaban curando *vamos a necesitar mucho tiempo querida amiga y mucha paciencia...*
-¿Ves? ¿A que no duele?
-Pica un poco -dijo pasándose la manga de su chaqueta sucia por los ojos-. Thess...
-¿Si?
-¿Dónde estoy?
No sabía por dónde empezar; si por un: ¨¡ey! Bienvenida al mundo sobrenatural, ayer el gilipollas de mi hermano te hizo beber su sangre y luego te mató y ahora eres un vampiro o por un: soy una híbrida, qué, ¿cómo te quedas? ¨ Nunca había estado en esa situación y que la primera vez fuera mi amiga, no es que ayudara mucho. Tenía que tener bastante tacto.
-A ver, Betsi .... tengo que contarte algo, por favor no eches a correr, ni chilles ni nada por el estilo ¿de acuerdo?
-Me estás asustando.
-¿Te acuerdas que una vez me dijiste que si quería ir a una convención de vampiros bueno, donde hablaríais de ellos y yo te dije que no? o ¿de cuando me despertasteis para felicitarme y di un salto de un lado a otro de la habitación?
-Sí, ¿qué pasa?
-Vale pues... soy.... un vampiro y tú te has convertido en uno.
Esperaba que gritase o que echase a correr, no todos los días tu amiga te dice que es un vampiro y que tú ibas a ser otro, en cambio, me miró muy seria y luego se empezó a reír.
-¿Te estás riendo de mi? - fue capaz de pronunciar entre carcajada y carcajada- ¿Un vampiro dices?
-A ver, sé que es difícil de asimilar, pero en un par de días, tus emociones se estabilizarán, al igual que tus sentidos y todo estará bien.
-Déjalo, Thess, no me mientas, no te burles de mi.
-Betsi, no te estoy mintiendo -me daba realmente mucha pena verla así, no se merecía eso-, Gabriel te dio de beber su sangre y luego te mató, es el proceso que hay que seguir para convertir a alguien en un vam...
-¿Eso fue real? -se llevó la mano al cuello, con los ojos muy abiertos y fijos en el suelo- Entonces no fue un sueño, el mordisco fue real y este dolor en la garganta... Tengo hambre.
Me miró muy seria, parecía una lunática, de no haber sido ella, ya habría salido de allí, podía ver lo que se avecinaba.
-¡Tengo hambre! -chilló.
Como un rayo, se levantó de la cama agarrándome por los hombros; empujándome contra la pared con fuerza. Puse mis manos en su pecho, empujando para intentar separarla de mi, pero ella era mucho más fuerte que yo y ya tenía sus colmillos desenfundados. Los chicos pensaron que sería mejor dejarme subir sola, para evitar abrumarla, pero me arrepentí de haber accedido.
-¡Caleb! ¡Elhija! -grité con todas mis fuerzas- ¡AYUDA!
Seguía empujándose más contra mí, con sus brillantes colmillos casi rozándome la yugular.
-¡Chicos, ayuda!
-Sangre -siseó en mi oído.
Por suerte, llegaron a tiempo de sacármela de encima. Caleb la agarró por los hombros y tiró de ella hacia atrás, cayendo en la cama, mientras que Elhija me sujetaba por la cintura para que no me cayera.
-¡Tengo hambre!
Saltó de la cama hacia Caleb, pegándole un empujón y tirándolo al suelo para así abrirse paso hacia la puerta y salir corriendo, pero era de día, no iría muy lejos.
De un manotazo, me deshice de las manos de Elhija y corrí tras ella. La puerta que daba a la calle estaba abierta, ¡pero no era posible que hubiera salido, había Sol, se quemaría! Seguí el rastro de objetos tirados del salón y me llevaron hasta la cocina, tras el pasillo por el que se marchó Daniel cuando fue a por la sangre el día que desperté en su casa.
Betsi estaba arrodillada frente a la nevera abierta, con una bolsa de sangre entre sus pálidas manos, que la apretaban con fuerza para exprimir hasta la última gota. No debió de escucharme llegar, pues cuando me vio retrocedió asustada hasta el tope que le supuso la pared.
-Thessa, ¿qué me está pasando? Me duele la garganta, ¡me arde!-sollozó.
Se llevó las manos a la cara para cubrirse, no quería que la viera llorar, pero no había nada de malo en ello, sabía el cambio que  supondría a su vida y lo aterrorizada que estaba, pero era una chica fuerte, lo superaría, yo estaba segura.
-Ven conmigo ¿quieres? -le dije con dulzura y le tendí la mano para ayudarla.
En un primer momento solo me miró con los ojos vidriosos, dudando de si aceptar o declinar mi oferta, pero se decidió por lo primero.
Tiré de ella con fuerza para ayudarla a levantarse y la atraje hacia mí para darle un abrazo, estaba temblando.
-Todo saldrá bien, confía en mi, yo te ayudaré ¿vale? -susurré.
No contestó, pero noté la presión de su barbilla al asentir, con eso me bastaba. Me separé de ella y aún agarrándola de los hombros, para evitar que volviera a salir corriendo, la llevé al salón y la senté en mi sitio de antes, junto al fuego. Elhija y Caleb ya estaban allí, mirándonos, preparados por si las cosas volvían a torcerse.
-Lo siento Thessa, yo no quería -las lagrimas volvieron a cubrir su rostro, salpicándome cuando movía la cabeza de un lado al otro -no quería, de verdad, lo siento mucho, lo siento...
-¡Vale ya! -ordenó Elhija muy serio desde la puerta- Contrólate de una vez ¿quieres?
-¡No le hables así! -la defendí -Lo está pasando mal.
-¡Pues peor lo va a pasar como no se estabilice!
-¿Elhija? ¡Ay Dios, no entiendo nada! -dijo Betsi, confundida.
La chica miraba de un lado a otro, de Elhija a Caleb y después a mí, en ese orden sin alterarlo ni una vez hasta que le agarré por la cabeza y la obligué a mirarme.
-Sé que es duro de comprender, lo sé, pero vas a tener que hacerlo y cuando antes lo hagas mejor ¿vale?
-Sh-sh-sí.
-Bien -asentí con decisión si quitarle las manos de encima-. Todo ese royo de los sobrenatural que tanto te gustaba, es cierto, existe, tú ahora formas parte de él, eres un vampiro al igual que Elhija y su hermano Daniel. Caleb es un metamorfo, algo que ya te explicaré más adelante y yo soy una mezcla de especies, pero se podría decir que soy como tú. No, la quemazón que sientes en la garganta no se va a pasar, solo cuando bebas sangre remitirá un poco el dolor, pero tienes que acostumbrarte a ello, sé que es duro, pero es así; y para poder salir a la luz del Sol, necesitas la ayuda de una bruja, la cual, la tienes delante, pero hasta que no aprendas a controlarte, no haré el hechizo.
Todos me miraban muy atentos, incluso Daniel que había llegado en pleno discurso de híbrida ¨experta¨ a neófita. Betsi me miraba con los ojos muy atentos, no sabía si había comprendido algo; había sido muy directa, pero si no se lo hubiera dicho así, no habría parado de hacer preguntas, aunque me estaba preparando para ellas.
-¿Puedes dejar de apretarme la cara? Me haces daño.
-Oh, sí -solté su cabeza y me senté en el suelo, a sus pies.
-Vale, osea, que ahora soy un vampiro, bien, eso lo he entendido y vosotros también, menos tú Caleb -le señaló- que tu eres un no sé que. Vale, vale, vale... y la pregunta es ¿por qué me ha pasado esto a mi?
-Venganza -se me adelantó Caleb, a quien fulminé con la mirada.
-¿Venganza? -me preguntó ella incrédula.
-Sí, mi hermano, Gabriel, que no es Caleb pero tuvimos que inventarnos algo para que nos sirviera de tapadera, lleva persiguiéndome desde hace setecientos años y...
-¿Por qué? ¿¡Setecientos años!?
-Eso no viene a cuento, déjame seguir. Y se presentó el día de mi cumpleaños, bueno, ayer, en la fiesta. Nos atacó a Caleb y a mi y de no ser por aquellos dos apuestos caballeros -les señalé con un gesto de la cabeza mientras ponía los ojos en blanco- no estaríamos aquí contigo. Como vio que era inútil, pues estaba él solo contra nosotros cuatro, decidió darme donde más me dolía y te convirtió, pues él sabía que me sentiría culpable por ello.
-¿Y te sientes culpable?
-Mucho -asentí.
-Ya.... pues ahora mismo no sé que decir. ¡OH DIOS, MIS PADRES!
Como una exhalación, se levantó del asiento, quedándose quieta mirándome desde arriba. La verdad es que no había pensado en ellos, los padres de Betsi, supondría un problema el hecho de que ella siguiera viviendo en su casa, sus padres eran humanos, podría matarlos con el más mínimo desliz y eso la destruiría, *Thessa, tienes que pensar en algo, chica*.
-De eso ya me encargué yo -dijo Elhija poniéndose a su lado-. Fui yo el que te trajo a esta casa, una vez te dejé me pasé por la tuya y obligué a tus padres, les dije que pasarías las vacaciones de Navidad en casa de una amiga nueva que habías conocido, no tenían que preocuparse.
-¿Obligarlos? -preguntó la chica sin entender.
-Otro de los trucos de ser vampiro -sonrió él.
Tenía que reconocer que Elhija había estado hábil y rápido, me había sorprendido y me había quitado un peso de encima, porque después de todo lo que estaba pasando en mi vida últimamente, mi mente no estaba para pensar excusas baratas.
-¿Estarán bien, Thess? -me miró suplicando un sí por respuesta.
-Sí, Elhija lo ha hecho bien.
Él agachó la cabeza para mirarme y dedicarme una sonrisa, a la cual yo respondí con otra y un asentimiento  de aprobación. Ahí estaba de nuevo, antes me había tratado súper borde y ahora, actuaba como si no hubiera pasado nada. Me desquiciaba.
-Será mejor que nos vayamos -me levanté de un salto- hay muchas cosas que aprender.
-Mi querida amiga, no sé si te has dado cuenta de que es de día -recordó Caleb señalando una de las ventanas- y que a Betsi, no puede darle la luz del sol, porque el coche que hemos ¨cogido prestado¨ no tiene los cristales tintados.
-Ah, sobre eso... -miré a Elhija suplicante-. ¿Podrías llevarnos? Por favor.
Tras varios segundos de suspense, accedió con un asentimiento.
-Esta visto que soy tú ángel de la guarda -sonrió.
-No me estás salvando precisamente a mi de morir quemada, sino a ella -la señalé con el dedo- y estoy segura de que te estará agradecida por todo lo que has hecho, ¿verdad Betsi?
-Espera, espera ¿¡morir quemada!? ¡Ay madre, entonces es cierto que a los vampiros no les puede dar la luz del Sol! -exclamó con los brazos hacia el techo- Está claro que voy a tardar en acostumbrarme a esto.
-Iré a por el coche, os esperaré en la puerta de entrada, tápala con tu chaqueta para que no se queme.
-De acuerdo -asentí.
Elhija se fue y Daniel con él, era como una maldita lapa, fuera a donde fuera uno, el otro le seguía detrás, me ponía nerviosa.
-¿Thess? -Caleb me miró algo ofendido.
-¿Si?
-¿Y con el otro coche qué haremos? El que hemos traído digo.
-¡Ah! Tú iras en él, yo iré con Betsi y con Elhija, no quiero dejarla sola.
-Comprendo.
Me pareció apreciar algo de enojo en su ¨comprendo¨, pero no podía pretender que después de todo, dejara a Betsi sola, otra vez, para ir con él.
-¿¡Qué pasa!?
-Nada, vete con ellos, yo me voy ya, te veo en casa.
Resignado y enfadado, se dio la vuelta y desapareció por la puerta de entrada. No me gustaba verle así, pero tenía que entenderlo, sabía que quería hablar conmigo y yo también quería hablar con él, pero Betsi pasaría una temporada en casa y no es que fuera el mejor momento.
-Entonces Caleb no es tu hermano, ¿alguna sorpresa más? -rió Betsi- ¿Es tu novio?
-No, no es mi hermano y tampoco es mi novio.
-Ya.
Técnicamente no era mi novio, solo nos habíamos acostado, ¿que si me había gustado? Sí, me había gustado, pero quería esperar a aclarar las cosas con él antes de nominarlo de alguna forma que no fuese mi mejor amigo, porque hasta el momento eso era, no negaba que estaba empezando a sentir cosas por él, cosas que ya existían antes, pero que se estaban magnificando, pero tampoco quería sacar las cosas de contexto.
-Toma -me quité la chaqueta y se la lancé- será mejor que te tapes bien si no quieres convertirte en ¨Betsi a la parrilla¨.



El resto del día transcurrió con normalidad, bueno, todo lo normal que puede ser un día en mi vida. Elhija nos trajo a Betsi y a mi hasta casa; estaba pensando en comprarme un coche con los cristales tintados, venían muy bien para cuando tenías que transportar a amigas neófitas a las que no les podía dar la luz del Sol.
Decidí por el camino que Betsi se quedaría un tiempo en casa, no lo había hablado con Caleb aún, pues se había largado de casa de los Stefson en el otro coche y no lo había visto todavía, no sabía donde estaba, pero ya llegaría a casa y esperaba que no siguiera enfadado por algo por lo que ni siquiera sabía que había hecho. ¿Habíamos tenido sexo? Sí, ¿le había dado luego un beso? Sí, pero no creo que yo hubiera hecho algo malo, es decir, para que dos personas tengas sexo, las dos tendían que estar de acuerdo, el rollo de las violaciones no es que  me fuera mucho.
Había instalado a Betsi en el sofá, no teníamos otro sitio en el que pudiera dormir y claramente ni Caleb ni yo nos íbamos a salir de nuestros respectivos cuartos, por suerte, el sofá era un sofá-cama, a si es que estaría bien allí, al menos hasta que aprendiera a controlar su apetito, no es algo que fuera muy bueno cuando vives en una casa de mundanos y menos si ellos eran sus padres.
Yo me encontraba viendo la televisión mientras Betsi se duchaba, le había tenido que dejar  ropa, le quedaba algo grande, yo era más alta que ella y tenía algo más de músculo, pero de momento le vendría bien, al menos hasta que fuéramos de compras navideñas. Solía ir con Caleb, pero a él no le gustaba nada, a si es que se alegraría al saber que no tenía que venir, que le había sustituido por otra persona a la que estaba segura que sí que le gustaban.
No sabía que ver, todos los canales estaban llenos de programas basuras de cotilleos o películas algo antiguas y bodrios, prefería el cine más actual, con buenos efectos especiales, sobre todo las de miedo, era guay ir al cine y ver todas aquellas escenas llenas de sangre y escuchar a la gente gritando. No me asustaban, ¿qué miedo me podían dar cuando la mayoría estaban basadas en vampiros, espiritismo o cosas similares?
Escuché el ruido de la llave al entrar en la cerradura, eso significaba que Caleb ya estaba en casa. Me incorporé y me puse de rodillas en el asiento, con las manos apoyadas en el respaldo. Él estaba algo decaído, normalmente sus hombros formaban una perfecta línea, pero iba encorvado y tristón, algo había pasado.
-Hola -le saludé  preocupada- ¿qué pasa?
-¿Qué? No nada. Hola ¿y Betsi?
-Está arriba, duchándose -señalé con   la cabeza- he pensado que debería quedarse aquí algún tiempo, ya sabes, hasta que aprenda a controlarse y eso.
-Como veas -se encogió de hombros y me dio la espalda para entrar en la cocina.
No me quedaba ni una pizca de duda de que había algo mal allí, sabía que no habría ningún impedimento en que Betsi se quedara con nosotros, pero también lo estaba de que Caleb me pondría pegas.
De un salto pasé por encima del sofá y fui tras él.
-¿Como quiera? Es nuestra casa, te estaba consultando, no solo vivo yo aquí.
-Lo sé, pero normalmente sueles hacer las cosas que te vienen en gana cuando te viene en gana -respondió con brusquedad.
Me sorprendió su reacción, a pesar de que  tenía algo de razón en que la mayoría de las veces no llevaba cuentas con nadie, pero así era yo y sabía que le molestaba, por eso le estaba consultando.
-Oye Caleb ¿se puede saber que te pasa? -mosqueada, me apoyé en la encimera con los brazos cruzados.
-Nada -volvió a encogerse de hombros-, ¿por?
Cuando se ponía así me entraban ganas de cogerle por el cuello y retorcérselo, me enervaba, encima ni siquiera me estaba mirando a la cara, sino que estaba de espaldas untando nocilla en un pedazo de pan. Cogí un trapo que tenía justo al lado y se lo lancé a la cabeza. Al principio ni me miró, se quedo muy quieto con el bote en la mano, pero luego clavó su amenazante mirada en mi.
-¿Qué?
-¿¡Qué!? ¿¡SE PUEDE SABER QUÉ SUCEDE!? NO TE HAGAS EL TONTO.
-Ya te he dicho que nada -enroscó la tapadera y metió el bote de nuevo en su sitio. Se quedó muy quieto, con el brazo levantado y luego volvió a mirarme, con una sonrisa irónica en los labios-. ¡Qué demonios! ¿Quieres saber lo que me pasa?
-Sí, te lo he preguntado ya varias veces -solté enfadada.
-¡Pues me pasa que esta mañana me he levantado muy feliz y ¿sabes por qué? Por que por fin me he atrevido a decirte lo que siento por ti y tú me has respondido, nos acostamos anoche y fue la mejor noche de toda mi vida, pero luego lo has tenido que estropear todo!
Sorprendida, me quedé inmóvil,  no sabía que responder a lo que me acababa de decir. Me debatía entre  subir corriendo las escaleras y tumbarme en la cama o pegarle un guantazo en la cara. ¿Cómo se atrevía a decirme que yo lo había estropeado todo? Tras pensármelo detenidamente, opté por la segunda opción. Con cautela, avancé hacia él y le golpeé.
-¿Qué yo lo he estropeado todo? ¿Sabes? Anoche también fue la mejor noche para mi, me di cuenta de que me gustas y no como un amigo y tenía miedo de decírtelo y que te enfadaras. Tengo miedo de que te pase algo por estar conmigo, siempre lo he tenido. Hoy, por una vez en mucho tiempo he sido feliz y tú vienes y me dices ¿que yo lo he estropeado todo? ¿¡CÓMO OSAS!?
Caleb se quedó con la cabeza torcida, mirando al suelo. Se le empezó a poner roja la marca de mi mano en su mejilla, le había dado fuerte, muy fuerte, pero me daba igual, estaba muy enfadada con él por lo que había dicho.
-Já, resulta curioso que me digas eso cuando desde que han aparecido los hermanitos esos, todo entre nosotros ha cambiado, sobre todo por Elhija.
-¿Qué tiene que ver Elhija en todo esto?
-He visto como te mira, como si fueras un trofeo, ¿es que no te das cuenta Thess?
-Estás delirando, será mejor que dejemos la conversación. Me voy a dormir buenas noches.
Me di la vuelta para salir de la cocina, pero no me dejó. Agarró mi brazo con fuerza y tiró de mi, empotrándome con su pecho agitado por la discusión.
-Thess, desde que han aparecido no han dejado de ocurrir cosas malas.
-Caleb, déjalo -supliqué cansada de discutir.
-No, no lo dejo. Primero fue el ataque en el bosque en el que por arte de magia, Elhija aparece de la nada y te salva; no paras de encontrarte con él, luego está lo del ataque en el portal del tío ese que dio la casualidad que no se dio cuenta de que no estaba muerto; el ataque en el cumpleaños...
-¿Qué pasa con el ataque del cumpleaños? -levanté la mirada, hasta entonces fija en su cuello.
-¿Cómo sabían que estábamos fuera? -me miró asustado, como si tuviera miedo de algo.
-No... no lo sé -me encogí de hombros- ¡Yo que sé Caleb!
-No me dan buena espina.
-Pero no sé, sería pura casualidad, no son malos tipos, bueno Daniel es un poco capullo, pero me ayudo con Gabriel y Elhija se encargó de Betsi y...
-A eso voy -me corto- a que siempre está ahí para ayudarte es como si... no sé.
-¿Como si qué?
Estaba enfadado y preocupado, algo más preocupado que enfadado, lo notaba, pero me estaba apretando la muñeca con mucha fuerza; me estaba haciendo daño.
-Nada, déjalo...
-¿Qué es lo que nos está pasando? Antes nos lo contábamos todo, podíamos hablar sin juzgarnos. ¿Caleb?
-¿Sí?
Debió de darse cuenta de la fuerza que estaba ejerciendo sobre mi brazo, pues aflojó su mano, pero no me soltó. Notaba su pulso algo acelerado y su mano sobre mi piel no paraba de temblar. Solo quería abrazarle y prometerle que todo iba a ir bien, que no debía de preocuparse, pero ni siquiera yo misma me lo creía.
-Después de lo que pasó anoche.... -levanté aún más la mirada y ambas se encontraron- ¿qué somos?
*¡NO! ¡NOOOO! NO DEBERÍAS HABER HECHO ESO, ERES TONTA, UNA INÚTIL, AHORA SE IRÁ CORRIENDO, YA VERÁS*. Yo estaba muy nerviosa, llevaba todo el día queriéndo hacer esa pregunta, pero no me atrevía, aunque después de haberla formulado, me arrepentí de ello.
-Thess yo...
-¡No, no respondas! - di un paso hacia atrás con las manos levantadas para evitar que siguiera hablando, estaba muy agitada, a pesar de que había memorizado un discurso, todas las palabras perdieron el sentido en mi cabeza- Prefiero no saberlo. Llevaba todo el día queriéndote hacer esa pregunta, pero no sé si quiero saber la respuesta, porque a ver, si me dices que no quieres ser nada, estoy segura de que me arrepentiré de lo de anoche y no quiero arrepentirme, es decir, no me arrepiento de lo que pasó, eres muy bueno en la cama, no, mierda, no quería decir eso... bueno  y todo cambiara y no quiero perderte, eres mi mejor amigo, siempre he estado contigo y bueno, ya sabes que te quiero un montón.
Después de todo lo que había soltado por mi boca y todo sin sentido alguno, pegué una bocanada de aire para volver a llenar mis pulmones. Caleb me miraba fijamente, con una expresión de mezcla entre horror y terror, estaba claro que la acababa de liar. *¿MUY BUENO EN LA CAMA? ¿¡PERO EN QUÉ PENSABAS, PEDAZO DE SUBNORMAL!?*. Solo deseaba que se abriera un agujero en el suelo de la cocina y que me tragase para dejar de ver aquella expresión en la cara de Caleb, por no hablar de la mía; notaba las mejillas ardiendo al rojo vivo y en contraste con el blanco de mi piel, no es que me favorecieran mucho.
En algún punto de la conversación, mi amigo tuvo que haber dejado de respirar, pues soltó todo el aire de golpe y su dulce olor  a menta, llegó hasta mis fosas nasales. No me cabía duda de que o una de dos, se empezaría a partir de risa y me dejaría allí tirada o, lo que era aún peor, se marcharía y no volvería a verle.
Aún más asustada por el silencio que había en la cocina, decidí que era el momento de escoger la opción de irme corriendo a mi cuarto y tumbarme en la cama, es más, estaba dispuesta a ello, pero mis piernas no se movían.
Caleb soltó una ligera risita y eso empeoró mi estado; *ahora es cuando se va, ahora es cuando se va, ya verás*, pero no ocurrió lo que estaba pensando, sino que me agarró por la cintura y se agachó hasta rozar sus labios con los míos.
Fue algo que me sorprendió, pues esa opción no había pasado en ningún momento por mi cabeza, aunque era muy reconfortante que después del discurso tan absurdo que le había dado, me respondiera con un beso. En mi mente, ¨mi mini-yo¨ se estaba marcando un baile de victoria.
Sonreí con sus labios pegados a los míos y le pasé las manos por el cuello, atraiéndolo más hacia mi, saboreando el momento. Si algo había quedado claro, es que ya no eramos lo mismo que antes.
-Ejem -carraspeó echándose ligeramente hacia atrás, pero aún rozando sus labios con los míos- a si que.... soy bueno en la cama, ¿eh?
-¡Oh, Caleb! -le di un leve empujón en el hombro-. ¿De verdad?
-¿Qué? No todos los días viene la chica que te gusta y te dice eso.
-Ya -reí- entonces ....
-¿Qué?
-¿Qué somos? -alargué la última sílaba, pensando que daría algo más de suspense al asunto, pero en realidad quedó muy ridículo.
-¿Qué quieres que seamos? -enredó sus dedos entre uno de los rizos de mi pelo.
-Creo que deberíamos intentarlo -susurré con la cabeza gacha, algo avergonzada.
En vez de responderme con palabras, me apretó la cabeza entre sus manos y volvió a besarme con su delicadeza y calidez características. *¿Eso es un sí? ¡Ay, es un sí! ¡Wiiii!*.

-Yo también lo creo -susurró antes de volver a besarme
A decir ver verdad, se me hacía algo raro estar en esa situación, es decir, siempre habíamos estado juntos, pero no nos habíamos visto de esa forma, pero estar allí, así, sin duda era un momento perfecto.



















martes, 24 de diciembre de 2013

Capítulo 16.

-Esta claro que voy a necesitar un coche nuevo -dije mirando el cacharro roto que tenía por auto, con los brazos cruzados.
Caleb seguía algo molesto conmigo, no había vuelto a hablar desde ese ¨Thessa, tu no eres así¨ que me había reprochado después de morder en el cuello a aquel chico. Podía entender que estuviera molesto, había sido una noche dura, muy dura, pero para ambos, no solo para él, además, habíamos tenido un accidente por culpa de un gilipollas y la que peor parada salido fui yo, por no mencionar que me había quedado sin coche.
Me miró desde la puerta del garaje que daba a las escaleras interiores, directas a la zona baja del edificio y se marchó sin contestar.
-Ains... -puse los ojos en blanco y le seguí.
No se me iba de la mente la cara de Betsi cuando Gabriel la estaba sujetando. Aún me culpaba porque la pobre chica fuera a ser un vampiro, había sido mi culpa, pero quizás, no lo pasase tan mal ¿no?, a ver, ella, desde el día que la conocí, no había parado de hablarme de las reuniones de su grupo en las que hablaban de cosas sobrenaturales, incluso estaba algo obsesionada con los vampiros y los licántropos. Pensar en eso era una forma de quitarme de encima el sentimiento de culpa, pero yo sabía que no iba a ser así, si no que se iba a enfadar y que probablemente no volvería a dirigirme la palabra; no le reprocharía, estaba en todo su derecho.
Cerré la puerta con cuidado y solté las llaves del piso sobre la mesita del sillón. No sabía dónde se había metido Caleb, pero allí no estaba.
Miré el reloj, incrédula, vi que solo  eran solo las doce de la noche *¿En serio? ¡Pero si me ha parecido una eternidad!*.
-Uf... -suspiré.
Subí las escaleras para entrar en la habitación y escuché el ruido del agua en la ducha *mira por donde Thess, ya sabes dónde está. Já*. Abatida, me dejé caer en la cama bocabajo y por lo visto, no me había sacudido bien; seguía teniendo cristales en el pelo, pues uno se me clavó en la coronilla.
-¡Mierda! -espeté sacándolo-. ¡Mierda de día, mierda de noche, mierda de situación, mierda de Gabriel, mierda de Elhija, mierda de gilipollas, mierda de TODO!
Cogí una almohada, poniéndola bajo mi boca y grité con fuerzas. Seguí gritando hasta que noté que los pulmones me empezaban a arder por la falta de aire y la garganta se me irritaba. No había tenido suficiente con el golpetazo que me había dado en el accidente, no, quería sentir más dolor. Todo lo que había sucedido aquella noche, había sido por mi culpa.
Escuché dos golpes en la puerta del cuarto de baño; ya no se oía el grifo; eso significaba dos cosas, una, que Caleb había acabado su ducha y era señal de que era mi turno y dos, que seguía enfadado conmigo.
Resignada, me levanté de la cama y cogí la ropa interior, un pantalón de pijama y una camiseta ancha sin mangas. La verdad, es que me vendría bien una ducha.
Esperaba que Caleb no hubiera acabado el agua caliente, ya nos habíamos duchado dos veces ese día y normalmente nos duchábamos una cada uno, de lo contrario, tendría que ducharme con agua helada y mi cuerpo entumecido no lo agradecería para nada.
Por suerte, aún quedaba algo de agua templada, no mucha, pero lo suficiente para que me diera tiempo a limpiarme bien por completo. Froté bien en la cabeza, sacando así todos los cristales pequeños que aún tenía; me clavé más de uno en las yemas de los dedos, pero ya, no me importaba.
Una vez terminada la ducha, me enrollé el pelo en una toalla pequeña y me vestí. Salí del cuarto de baño, con el vaho acompañándome y creando pequeñas volutas de humo en el salón. Fuera hacía más frío, aunque Caleb se había molestado al menos en poner la calefacción. Me quité la toalla de la cabeza y la dejé sobre la barandilla del balconcito.  
Un olor a sanwitches calientes me llegó hasta las fosas nasales, *ha preparado algo de comer, genial, porque tengo  hambre*. Froté mi estómago, algo gruñón por la ausencia de alimentos, a pesar de que había tomado la sangre del chico, no había sido suficiente. Bajé las escaleras dando saltitos, intentando llamar la atención de Caleb que estaba sentado en un taburete, con la comida en la encimera, pero se limitó a mirarme de reojo y a agachar de nuevo la cabeza.
-Umm... que bien huele. ¿Puedo? -pregunté tendiendo la mano hacia un bocadillo que había en un plato al lado del microondas.
-No -contestó secamente.
-Joo... pero es que tengo mucha hambre.
-Vaya -dio la vuelta sobre el taburete- ¿no te ha bastado la sangre de aquel pobre chaval?
-¡Por el amor de Dios, Caleb!
Tuve que estallar, él no me entendía, no estaba en mi situación. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero después de todo lo que había pasado esa noche, no podía pretender venirme con sermones. 
Enfada, salí de la cocina, con él pisándome los talones.
-¿¡Por el amor de Dios, Caleb, qué!? Sigo sin entender por qué lo has hecho. Tú no eres así.
Me detuve a medio camino de las escaleras y bajé de nuevo, a velocidad de vampiro para detenerme justo frente a él.
-¿Así, como? 
-Así -puso sus manos a ambos lados de mi cuerpo y las bajó, sin tocarme-. Tu no harías daño a un humano.
-Caleb, soy un vampiro, me alimento de sangre.
-No.
-No, ¿qué? Puedo beber sangre de bolsa, pero ese tío se lo merecía -señalé con el dedo a la nada, como si él estuviera allí.
-A eso me refiero, lo has hecho por venganza.
-Lo que faltaba -bufé. 
Me separé de él, no quería estar cerca suyo, no en esos momentos porque me estaba cabreando y no iba a ser capaz de controlarme y no quería hacerle daño.
No tenía ningún sentido lo que estaba pasando, yo no había cambiado, siempre había sido así, era él el que estaba raro últimamente y yo la que se estaba reprimiendo las ganas de preguntarle y pegarle un bofetón. La presión me pudo y comencé a llorar. Las lagrimas me caían con impotencia por las mejillas, haciendo que los ojos me escocieran.
-No puedes venir y decirme que después de la noche que he tenido, en la que ha aparecido mi hermano, ¡MI HERMANO! Del que llevo huyendo cientos de años, ha matado a mi mejor a miga, casi te mata a ti -le  hundí el dedo índice en el pecho mientras me sorbía la nariz- y que para colmo un gilipollas, porque no tiene otro nombre, haya hecho que se me rompiera la pierna y un cristal enorme me atravesara el estómago, me quede quieta y menos cuando me estás echando en cara de que no soy la misma de siempre. Hoy no Caleb, hoy no.
El chico me miró aturdido y algo asustado. Los ojos los tenía  brillantes y le tintineaban cuando los movía de un lado a otro. Le acaba de dejar sin argumentación y no sabía si sentirme orgullosa de ello o por el contrario asustada, quizás me había pasado un poco en lo que le acaba de decir, pero era lo que sentía en esos momentos y no podía reprimirlo ni un minuto más.
-Thes... yo...
-Déjalo, Caleb -le corté sin mirarle a la cara-, déjalo.
-No, no lo dejo -contestó sacudiendo la cabeza-. Tú no has tenido la culpa de lo que ha pasado aquí ¿me oyes?
-Sí, si que la he tenido, no me digas que no, sé que ha sido mi culpa -me sentía impotente por no poder dejar de llorar, parecía una niña chica.
El avanzaba con paso firme hacia mí, mientras que yo retrocedía, llorosa y asustada. No quería que se acercase a mi, todo lo que tocaba lo destruía. No quería tocarle.
-No te acerques -levanté las manos, impidiéndole que continuara andando-. Quiero que te vayas, no quiero que estés conmigo, ¡déjame sola! ¡Deja de decir que no es mi culpa porque sí que lo es! ¡Gabriel me persigue a mi y no parara hasta ver que me tiene! ¡Hoy ha sido Betsi, Caleb, mañana puede ser Nathe o tú y no quiero que os pase nada! No quiero que te pase nada. ¡Quiero que te vayas!
Él se detuvo de golpe, con mis manos rozándole el pecho. Su mirada estaba cargada de dolor, yo sabía que mis palabras le acaban de perforar el corazón, pero tenían que hacerlo. Obviamente no quería que él me dejara, pero era lo correcto, no podía quedarse conmigo y sufrir por mi, no era justo, suficiente había pasado ya en su vida con la pérdida de su hermana por culpa de Gabriel como para que siguiera sufriendo por mí. Me negaba a que eso ocurriera, le quería demasiado como para hacerle daño y aunque sabía que lo que le había dicho, le había dolido, no era tanto dolor como el que Gabriel podría causarle si seguía conmigo; las heridas que causaran mis palabras, se curarían, Gabriel directamente le mataría.
-¡No! -gritó golpeando mis manos, quitándolas de su camino.
-¿Qué? -no sabía por qué había reaccionado así, debería haberse ido corriendo, no chillarme.
-¡No! ¡Me niego! ¡Estoy harto Theressa Whest! ¡Tú no tienes la culpa de tener un hermano psicópata que quiere acabar con tu vida! ¡No tienes la culpa de lo que ha ocurrido esta noche! ¡No tienes la culpa de lo que le ha pasado a Betsi!
Dejé de llorar de la impresión. Nunca había visto a Caleb tan encolerizado y agitado como en aquel momento. Tenía la cara roja de rabia y los puños apretados a ambos lados del cuerpo, señalándose los nudillos de un blanco mortecino. El pecho le subía y le baja rápidamente y el corazón estaba desbocado en el interior de su pecho. Nunca había visto a aquel Caleb, yo estaba acostumbrada al chico listo, sonriente y sosegado que siempre había estado conmigo desde que me salvó, al chico que nunca me daba un no por respuesta y que en ese momento me había dado como unos cinco, al que se hubiera sentido mal tras escuchar lo que le había dicho, no al Caleb que tenía delante.
Dio otro paso decidido hacía mí y yo asustada, di uno hacia atrás, sin saber que ya estaba en el tope de la encimera. El contacto con el frío metal me erizó la piel, mandando una descarga por la columna. Pensé que Caleb pararía al ver que ya no podía seguir andando hacía atrás, pero dio un último paso, quedando pegado a mi. Notaba su agitado pecho sobre el mío y los latidos del corazón. Me puse nerviosa y las manos, las cuales las tenía apoyadas sobre la encimera, se resbalaron por el sudor, quedando a ambos lados de mi cuerpo. Levanté los ojos, hasta entonces fijo en el pecho de mi compañero y nuestras miradas se encontraron. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, bombeando sangre hacia mis mejillas que las noté ardiendo. No podía saber si él estaba igual que yo, pero el que me viera de esa forma, me avergonzaba después de todo, mi cuerpo estaba respondiendo de una forma muy extraña.
Levantó sus manos y las posó a ambos lados de mi cara. Intenté moverme, pero no pude, además de que él me tenía arrinconada, mis piernas y mis brazos no me respondían; no era dueña ni de un solo nervio de mi cuerpo.
Acercó su cara a la mía.  Pude notar su cálido aliento sobre mis labios, olvidando todo lo demás.
-Tú solo eres culpable de haber hecho que me enamore de ti -susurró con sus labios rozando los míos.
El mundo se paró de golpe.  Ya no me importaba nada, solo me importaba el ahora, el momento; nada más. Me incliné sobre mis puntillas y le besé.
Algo asustada, pensé que me empujaría y se echaría hacia atrás rechazándome, pero no fue así. Nuestras bocas se apretaban con fuerza una a la otra. Al principio fue un beso suave y cálido, pero luego pasó a transformarse en un beso intenso y lleno de pasión. Soltó mi cabeza, ya seguro de que no me movería y paso sus manos por mis brazos inertes hasta mis muñecas, agarrándolas con fuerza, haciendo que un cosquilleo me recorriera todo el cuerpo. 
Con cuidado, sin  querer espantarle, me separé un poco de él para poder mirarle a la cara. Sus pupilas estaban completamente negras, no había ni una pizca de color y eso me hizo preguntarme si yo también estaría igual. Solo quería tocarle y probar el sabor de sus labios. Era lo único que ansiaba.
-¿Caleb? -pregunté jadeante- ¿Hace cuando que... 
-Mucho. ¿Qué pasa? -algo asustado, se separó de mi, quitando sus manos de mis muñecas-.Si he hecho mal, lo entiendo, solo tienes que decírmelo y...
-No, está bien -sonreí-, ven aquí.
Con fuerza, tiré de sus brazos y lo empujé contra mi para volver a besarle; me pasé de fuerza y me hice daño en la espalda con la encimera, pero me dio igual.
-Oh Thess...-susurró agitado
Algo exhausta, pasé mis manos por su pelo, enredando los dedos en él. Bajó sus manos por mi espalda, apretándose más contra mi, hasta llegar a las caderas e impulsarme para quedar sentada, con las piernas a ambos lados de su cintura. 
Con ansia, le rodeé con mis piernas y lo atraje hacia mí. Jadeante, cogí la parte baja de su camiseta y tiré de ella para sacársela por los hombros mientras el deslizaba sus labios por mi cuello.
-Caleb... -jadeé pasando mis dedos por su torso completamente desnudo.
Como respuesta a eso, el hundió sus dedos en la parte trasera de mi camiseta y la tiró con fuerza, partiéndola en dos. Yo solté una pequeña risita nerviosa al escuchar su ´uy´ pero en realidad, no me importaba la camiseta. Me ponía nerviosa que Caleb me viera así, es decir, en ropa interior, pero a la vez me excitaba solo de pensarlo. No es que antes no hubiera estado en esa situación con otros chicos, pero no con Caleb, mi Caleb; él era distinto. No sabía qué era lo que había cambiado entre nosotros, pero algo lo había hecho.
-Thess, Thess... -murmuraba entre beso y beso.
Con cuidado, me agarró por los costados y me levantó de donde estaba sentada para llevarme escaleras arriba. Me gustaba el hecho de pensar que Caleb me veía de aquella forma y no como si siguiera siendo aquella niña solitaria sin padres y con un hermano que la odiaba. Era mejor el Caleb que me miraba como si fuera la chica más sexy del mundo, como si ardiera en deseos de tocarme.
Palpé la pared hasta tocar el pomo de la puerta, no sabía si era su habitación o la mía, pero eso era lo de
menos. Me soltó sobre la cama, pegando un pequeño rebote al caer y luego cubrió mi cuerpo con el suyo, besando mi cuello y bajando por mi pecho,  cintura y  ombligo. Con cada beso que me daba, más ganas tenía de estar junto a él, de sentirle sobre mí, más ganas tenía de hacerlo. Enredé mis dedos en su pelo y agarré con fuerza mientras se deslizaba besándome el cuerpo.
Se levantó sobre los codos y me miró con ojos oscuros y dubitativos, en un principio pensé que se estaba echando para atrás, que se arrepentía de lo que estaba pasando y lo que podía llegar a pasar, pero las dudas se fueron de mi mente cuando se terminó de incorporar y desabrochó el botón de mi pantalón  de pijama. Ahí supe que iba en serio, que lo que estaba pasando era real, que no había marcha atrás. Aún con la mirada clava en sus ojos, agarré su cinturón y lo desabroché, para dejar que lo que venía a continuación, pasase.


La luz que entraba por la ventana me estaba dando directamente en los ojos, por eso decidí no abrirlos a pesar de que llevaba varios minutos despierta. Estaba tendida en la cama, agarrando con fuerza las sábanas pensando en lo que había sucedido la noche anterior. Cada vez que recordaba a Caleb acariciando mi piel, me estremecía con un pequeño escalofrío, era una sensación agradable, pero a la vez me sentía algo incómoda, no sabía como actuar cuando le viera; si estar como siempre, darle un beso o.... no sabía.
Él estaba tendido a mi lado, escuchaba su tranquila respiración y algún que otro ronquido esporádico.
Abrí los ojos con cuidado, para evitar que la luz me deslumbrara por completo, era una sensación horrible la de quedarte medio ciega por un rato. Hubo una ocasión, en la que la intensidad del Sol era tan fuerte, que estuve sin ver varias horas, se me quemaron los ojos.
-Buenos días -dijo Caleb a mi espalda con voz dormida- ¿qué hora es?
-No lo sé -mi corazón empezó a palpitar con fuerza y un revoloteo se apoderó de mi estómago, estaba nerviosa, muy nerviosa. *Desde luego Thessa, eres una estúpida cría*-. Supongo que no será muy tarde.
-Da igual -pasó su brazo por encima de mi, dejando su pecho contra mi espalda-, por mí podíamos quedarnos así todo el día.
Besó cálidamente mi hombro y después mi cuello. Los pelos de los brazos se me erizaron al notar su contacto, aumentando mi nerviosismo. Con dificultad, pues estaba arrinconada en la esquina de la cama y no quería caerme por el borde, me di la vuelta para quedar frente a él. Tenía el cabello despeinado y alborotado, pero estaba muy mono así, al verle, no pude evitar sonreír. Sus ojos seguían oscuros y dilatados, no había a penas una pizca de color y tenía un tono rosáceo en las mejillas que le hacían parecer un niño de diez años.
-¿Hoy no trabajas?
-No -sonrió- hoy es sábado.
-Genial.
Nos quedamos mirando, en silencio, ninguno de los dos tenía nada que decir; en aquellos momentos las palabras sobraban. La sensación de hormigueo no se me iba del estómago y me preguntaba si él estaría igual, lo mejor sería hablarlo, pero a pesar de todo, no quería ser yo la que sacara el tema. Había sido una noche perfecta, en lo que respecta desde que cruzamos la puerta de entrada, porque el cumpleaños...
De repente, me acordé de lo sucedido en el callejón; de Gabriel, la borrachera que me pillé, de Betsi muerta, de Daniel salvándome, de Elhija dándome un abrazo, del atropello.
Con fuerza, tiré de las sabanas formando un remolino y me levanté de la cama, tapándome con una de ellas. Caleb, que seguía tumbado, me miró con incredulidad, sin comprender lo que pasaba por mi cabeza, estaba claro que no se acordaba de Betsi, pero yo sí y le dije a Elhija que iría a buscarla a su casa nada más despertarme.
-¿Qué pasa? -preguntó sentándose en el borde de la cama-¿He hecho algo malo? ¿Thess?
-No... no... -movía la cabeza aturdida mientras que recogía mi ropa desperdigada por el suelo -no has hecho nada, pero Betsi, le dije a Elhija que iría a buscarla.
Le lancé su camiseta hecha un ovillo y salí de la habitación para ir a la mía a por la ropa. Cogí lo primero que pillé y a toda prisa me metí en la ducha, sin asegurarme de si salía fría o caliente el agua, me daba igual, yo solo quería vestirme e ir a buscar a mi amiga cuanto antes.
Me arrepentí de no haber mirado y coger lo primero que había pillado, pues cogí una chaqueta roja, con una sudadera rosa y unos pantalones negros, a si es que de nada sirvió. Me envolví en la toalla y me zambullí de nuevo en el armario, esta vez tuve algo más de suerte. Me puse unos vaqueros ajustados y una camisa azul a cuadros con unas vans; con las prisas, incluso estuve apunto de no ponerme los calcetines.
No me había percatado, pero cuando di la vuelta, dispuesta a salir ya por la puerta e ir a coger algo para beber, vi a Caleb apoyado en el marco sin camiseta y en calzoncillos. Ver eso nada más despertar, era una bonita estampa, pero no había tiempo de entretenerme contemplándole semidesnudo.
-¿Puedes tranquilizarte? -me frenó agarrándome de los hombros.
-No, no puedo -respondí agitada-. Le prometí a Elhija que estaría allí nada más despertar y....
-Seguro que Elhija se las puede apañar sin ti -contestó con brusquedad.
Ahí estaba de nuevo, esa seriedad al escuchar el nombre del otro chico. Estaba un tanto harta de aquellas reacciones, pero ya le preguntaría más tarde. Con un manotazo, me deshice de sus manos y me escabullí por su lado para bajar corriendo hasta la cocina.
-Ya no se trata de Elhija, sino de Betsi, ella es mi amiga -tuve que elevar la voz varios tonos para que me escuchara.
 Saqué una bolsa de sangre del frigorífico y la vertí en un vaso para calentarla, entraba mejor.
-¡De acuerdo, pues te acompañaré! -gritó antes de pegar un portazo.


La habitación estaba hecha un desastre. Mi ropa estaba tirada por todos lados y el sujetador de Thess estaba colgando de la lámpara. Me subí en la cama y lo desenganché.
La sensación de euforia no me había abandonado el cuerpo aún y de no ser porque no quería que fuera sola a casa de aquellos dos, aún seguiría en la cama recreando la escena de anoche. Estaba feliz, muy feliz, por fin le había dicho que la quería y ella no había respondido como me esperaba, es decir, mal o abofeteándome, sino todo lo contrario, me había correspondido.
Cada vez que lo recordaba, una sonrisa tonta afloraba en mi boca, estaba seguro de que tenía cara de estúpido, pero me daba igual, sería un estúpido feliz.
Cogí unos pantalones y una camiseta negra, era en lo que se basaba mi ropa; vaqueros y camisetas de manga corta o camisas para cuando tenía que salir algo más arreglado, pero eso era más bien en pocas ocasiones, no me solían invitar a fiestas ni a Thessa tampoco, nuestros amigos vivían bastante lejos y sus fiestas eran algo macabras e iban en contra de nuestras opiniones, eran buenos tipos, pero no me gustaba su comportamiento.
Me di una ducha rápida y me vestí, con el cuerpo aún mojado, pero sabía que si no me apresuraba, Thessa se iría sin mi y no quería eso, Elhija y Daniel no me daban buena espina, sobretodo Elhija, la forma que tenía de mirar a Thessa no me gustaba ni un pelo.
Recogí un poco por encima el cuarto de baño y cogí la ropa sucia, para echarla en el cesto de la terraza  de la cocina. Thessa estaba sentada en su sitio habitual, la encimera, la mi niña no sabía que existían los taburetes y que la encimera era el sitio en el que se comía, aunque nosotros la noche anterior no le dimos precisamente ese huso. Sonreí al recordarlo, de nuevo con cara de estúpido.
-¿Has acabado? -pregunté cogiendo una magdalena de una de las estanterías- yo puedo ir comiéndome esto por el camino, no tengo mucha hambre.
-Sí.
Tenía la mirada perdida, mirando a quién sabe donde y pensando en quién sabe qué. Me preguntaba si pensaría en nosotros, cómo nos afectaría lo que había ocurrido o en si pensaba en su amiga; eso le había chocado bastante, podía notárselo.
-¿En qué piensas? -me aventuré a preguntar.
Levantó la mirada, con una fina linea dibujada en sus labios y el ceño fruncido, no cabía duda de que era algo malo.
-En que no tengo coche -saltó de la encimera y lanzó el vaso de plástico al fregadero- y eso no es bueno.
-Mierda, es verdad.
-En fin -se encogió de hombros- podría darte tu regalo de Navidad con antelación, pero aún así seguiría sin coche, a si es que.... cogeremos uno de los vecinos.
-¿Mi regalo de Navidad? -*otra cosa que se te ha olvidado comprar, ¡gilipollas!*- Thess.... ¿¡cómo vamos a coger un coche a los vecinos!?
A veces las ocurrencias que tenía aquella chica no eran normales, así eran los quebraderos de cabeza que me daba en la mayoría de las ocasiones. No tendría que haber dicho lo de mi regalo, ahora me picaba la curiosidad, aunque si no lo hubiera hecho, yo no me habría acordado de que tenía que comprarle uno.
-Oh, Caleb. Estaremos aquí en nada o... ¿pretendes que vayamos hasta casa de los Stefson a por Betsi andando? No es por nada, yo iría encantada, pero ¿Betsi?
-¿Qué pasa con Betsi?
Puso los ojos en blanco, un gesto muy típico en ella y salió de la cocina para correr las cortinas del balcón. Con una mano señaló al exterior, como si lo que me estuviera diciendo  fuera algo obvio que tenía que entender, pero no sabía a que se refería.
-Sí, hace Sol ¿y?
-¿Y? -repitió levantando una ceja- ¡Joder, Caleb! Que es obvio.
-¡Ah! Claro.
 Ella se refería al Sol, estaba tan acostumbrado a que Thess le pudiera dar la luz del día, que no me acordaba que no a todos los vampiros le puede dar.
-Bueno vale -tiré el envoltorio de la magdalena en la papelera y salí de la cocina-, si no queda otra... Pero le harás el hechizo ¿no?
-Más adelante quizás, pero ahora no, Caleb, será nueva en esto, no puedo dejar a una neófita sola por la calle que vaya comiéndose a todo el que pase por delante. Pásame la chaqueta.
La verdad, es que tenía razón, Betsi sería nueva en el mundo sobrenatural y tendría una sed de sangre que no iba a poder controlar, no la podíamos dejar sola.
Cogí mi chaqueta de cuero y le tendí a Thessa la suya. Cuando la agarró, nuestros dedos se rozaron y nos miramos instintivamente. De forma natural, como si hubiera sido un impulso eléctrico de mi propio cuerpo, me vino a la mente la escena de anoche, Thessa y yo, en mi cama y por su mirada, supe que a ella le había pasado lo mismo. Estaba claro que teníamos que hablar de ello, qué eramos a partir de la noche pasada.
-Thess.... -la miré a los ojos y me acerqué más a ella, casi rozándola- yo... anoche...
-Caleb, luego ¿vale? -agachó la mirada- Ahora no es el momento.
Tenía razón, no era el momento, teníamos que ir a buscar a su amiga. Quería aclarar las cosas cuanto antes, no podíamos estar evitándonos, no con ella. *No tenías que haberle dicho nada, estúpido, para ella solo fue un polvo*.
A pesar de lo feliz que me había levantado, pensar en ello me afectó bastante, no quería perderla. Algo decaído, agaché la cabeza y me separé de ella, para dejarle paso, pero antes de dejarme acabar el movimiento, se apoyó sobre sus puntillas y me besó con delicadeza en los labios. Después de todo, quizás, no todo fuera a ir tan mal.